


Soy un enamorado del amor.
Mantengo este blog porque si las hombreras y el flúor volvieron a ponerse de moda, ¿por qué no los blogs?
Soy un enamorado del amor.
Pero aún hay más: Bimba Bosé sería la Tilda Swinton patria (descubrimiento que hizo Escrito por, todo hay que decirlo), y , como todos ya sabréis, Arturo Pérez Reverte es el Chuck Norris de andar por casa.
¿Se os ocurre alguien más?
¿?
Pero sí he aprendido la auténtica esencia del japonés. Aquella que va más allá del tópico.
Ejemplo práctico.
Tópico sobre Berlín y los berlineses: esa ciudad multicultural, donde las camareras son estudiantes de arte y los sábados por la noche hay lecturas en los bares.
Esencia de Berlín y los berlineses: mucha galería de arte que se llama "german angst" y mucha fachada de casa cubierta de zapatos, pero los únicos simpáticos son los taxistas turcos.
El tópico sobre Japón dice que son fanáticos de la electrónica, el karaoke y dormirse en el metro. Vale, es verdad, pero la auténtica esencia del japonés está en otro sitio, en una pasión oculta y desatada por... las mascotas.
Cualquier excusa es buena para tener una. Como esta (digo ésta porque lleva una flor rosa, rímel en las pestañas y colorete) marshmallow con un castillo como sombrero que simboliza la ciudad de Himeji:
O este Pikachu con capa y cornamenta que se creó para los 1300 años de la fundación de la ciudad de Nara:
Con ustedes Manto-Kun (bicho con capa) y Sento-Kun (joven Buda con cuernos), ambos mascotas de Nara, con controversia y todo.
A los japoneses les pierden los muñequitos, necesitan tenerlos bien cerca y por eso inundan sus teléfonos móviles de colgantes en forma de peluches o réplicas de personajes de dibujos animados. No importa que el dueño del móvil sea un oficinista trajeado de 58 años, tendrá un móvil con un mínimo de 3 y un máximo de infinitos colgantes en forma de muñeco.
El móvil no es el único sitio donde plasmar esta pasión. En realidad, cualquier sitio es bueno:
Hasta los anuncios del metro. En cualquier otro país se usarían letreros, quizá traducidos al inglés, quizá ilustrados con un clásico monigote, para explicar cosas como que hay que tener cuidado con el espacio entre andén y vagón o que hay que retirar las manos a tiempo para que la puerta del metro no te la pille. Pues en Japón, no. En Japón te lo explican con un simpático delfín:
El monigote preferido de los japoneses, el que más se ve en tiendas (disfrazado hasta de samurai) y teléfonos móviles es uno que tiene todo lo que los japoneses adoran, a saber: un color cantoso, ojos grandes como platos y parecido razonable a Pikachu. Es Stitch, el extraterrestre de la película de Disney:
No es amoooor, lo que tu sientes, se llama...
Japoneses dándolo todo en un minikaraoke de Kyoto. Lo que se ve a la izquierda es la puerta corredera y al mismo tiempo pared, lo que se ve a la derecha las estanterías con las bebidas, y lo de en medio la barra. Como no había sitio para la clientela tuvieron que colocarse a los dos lados de la barra.
Y por disfrazarse:
Ya lo dicen las guías turísticas: "Japón, modernidad y tradición", y las japonesas lo demuestran vistiéndose los domingos con el kimono tradicional, acompañado de complementos actuales y a ser posible horteras, como un mini capazo de playa o esa flor de la feria de Sevilla.
Pero son amables, educados, cívicos y hospitalarios. Y todo esto es la mar de útil cuando te enfrentas a cosas como ésta:
Mapa del metro de Nagoya, una nadería en comparación con el de Tokyo.
Y eso por no hablar de la práctica costumbre de no poner nombre a todas las calles. O de numerarlas mediante un sistema que en 17 días en Japón no logré comprender. Menos mal que existen los blogs de gente entendida:
“En Japón, las calles son simplemente el espacio vacío entre cada manzana, no tienen identidad alguna. Lo que sí que se pueden identificar son las manzanas con un sistema de tres números: el primero indica el distrito, el segundo la manzana, y el tercero el edificio o casa dentro de la manzana”. Sacado del blog Un geek en Japón.
Pero no pasa nada. Todo turista perdido en Japón experimenta la ayuda espontánea de un japonés que acudirá a su rescate al grito de: “Can i help you?” Japonés que, por una milagrosísima coincidencia, casi todas las veces va a la misma zona que el turista, así que le acompañará hasta la puerta. Eso no significa que por el camino los dos, viajero y nativo, den un par de vueltas de más, o que el turista descubra que el japonés sólo sabe decir en inglés “can i help you?” y “where are you from?”.
Si no fuera por esos ángeles guardianes espontáneos probablemente seguiría en el andén del tren de Nagoya, intentando averiguar porqué no veo la línea de metro que según la lonely planet debo coger para llegar al hotel.
Así que ahora tengo una misión, debo ayudar a los turistas japoneses. Me paseo por la ciudad ojo avizor y, en cuanto veo a alguien con rasgos orientales y un mapa en la mano, establezco contacto visual. Pero ellos no están perdidos, siempre les veo caminando seguros de a dónde van, o en grupos con un guía que hace precisamente eso, guiarles.
No desfallezco. Algún día lograré mi objetivo, llevaré a unos japoneses hasta la plaza Mayor, les diré a qué bares ir para que no les timen, ellos resultarán ser super majos (super guapos no, que los japoneses son encantadores pero, como raza, feítos) nos haremos súper amigos y ya tendré alojamiento gratis y, lo que es mejor, guías gratis, para mi próximo viaje a Japón.
Con ustedes, Mister Tokyo 2010, el único japonés atractivo en 17 días de viaje. Por supuesto, le hicimos una foto para dejar constancia y él, generosamente, hizo como que no se enteraba.
Porque yo quiero volver, eso sí, en otoño o primavera, que en verano hace mucho calor.
Y vosotros, ¿tenéis alguna misión trascendental en vuestras vidas?