martes, 21 de julio de 2020

Libros para una pandemia (o para un rebrote)

Mucha gente asegura que apenas ha leído durante el confinamiento. Sea porque tenían a los niños en casa y con seguir el ritmo de los deberes ya tenían suficiente, sea porque no conseguían concentrarse. Yo encontré un método consistente en poner una almohada en el balcón y sentarme ahí a leer. De todo lo que leí, esta es una selección de lo que recomiendo para cuando lleguen los rebrotes y nos toque volver a confinarnos:

El director, de David Jiménez

Los Tres Tenores: Juan Luis Cebrián (El País), Pedro Jota Ramírez (El Mundo) y Luis María Ansón (La Razón) todos ellos buenos periodistas que terminarían malográndose en los pasillos del poder. Mantenían una cercanía incestuosa con el establishment, en parte por su deseo de pertenecer a él, y mezclaban con naturalidad periodismo e intriga política. No se dedicaban solo a contar noticias, sino a generarlas; ni a criticar ministros, sino a nombrarlos y cesarlos... Eran ministroperiodistas.



Qué difícil es remontar una lectura cuando el protagonista y, en este caso, autor además, te cae mal. David Jiménez escribe "El director" refiriéndose a sí mismo en los años en que dirigió el periódico El Mundo. En las primeras páginas, Jiménez parece encantado de haberse conocido, repite unas chorromil veces que fue reportero en Asia durante chorromil años y da a entender que fue una decisión valiente e inteligente elegirle como director. Pero van pasando las páginas, Jiménez empieza a ejercer como director, empiezan a hacerle todo tipo de perrerías y la simpatía hacia él crece. Porque, ¿cómo no simpatizar con quien escribe desde las tripas y el rencor?

Jiménez, además, critica a un medio que adora y esa ambivalencia da credibilidad a su historia. Critica desde dentro y lo hace con fundamento:

El oficio que tenía como esencia contar las cosas se había convertido en guardián de sus propios secretos inconfesables: a los periodistas nos gustaba contar una buena historia, pero no la nuestra. 

En su momento se compraron los derechos de "El director" para hacer una serie de televisión. No sé qué pasó con el proyecto, si sigue adelante o si, como tantos otros, ha acabado en el cajón de los guiones que nunca se llegan a rodar, pero creo que su adaptación sería un zambombazo.


Cómo se hace una chica, de Caitlin Moran
Con este libro, curiosamente, me ha pasado todo lo contrario que con "El director". Su protagonista, al igual que el estilo escribiendo de Moran, me conquistaron al principio. La chica del título, Johanna, es una chavala de 14 años torpe, divertida, más salida que el pico de una plancha y con una familia tan caótica y enérgica como ella.

Cuando eres una adolescente gorda, a la gente le cuesta calcular la edad que tienes. Cuando usas una talla 100E de sujetador, todos dan por hecho que eres sexualmente activa,  y que has tenido relaciones sexuales sin protección y con regularidad en algún descampado. Ojalá se me hubiera presentado esa oportunidad. A mí todavía no me ha besado ningún chico.


Sin embargo, poquito a poco, el estilo chispeante de las primeras páginas empezó a cansarme, yo ya tenía ganas de trama, de que pasara algo. Y, cuando pasó, el libro empezó a dejar de interesarme.

"Cómo se hace una chica" parece formado por dos libros en uno. El primero, centrado en los catorce años de Johanna, es casi una sucesión de anécdotas, maravillosamente escritas y muy, muy divertidas. Johanna va cumpliendo años y entonces consigue un trabajo como redactora en una revista musical. Dieciséis años que tiene la chiquilla y le hacen encargos y le pagan por ello. Ajá. Ahí yo ya empiezo a no creerme nada. Y cuando Johanna se dedica a enrollarse con músicos y compañeros de la revista y absolutamente nadie de su entorno, ni los compañeros, ni su propia familia, (que vale que los ingleses son más despegados pero, ¿nadie le dice: nena que te vas a pillar una gonorrea?) advierten a la chiquilla que se ande con ojo, que no es buena idea andar liándose con treintañeros, ya el libro me ha perdido. El final, atropellado, y con la intervención crucial de unos personajes que ni sabemos quiénes son, acabó por defraudarme del todo. Una pena, porque la primera mitad es una gozada.

Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez

Habrá gente a la que un libro tan profundamente malrollero como este no le enganche. No es mi caso.


Yo he pasado mañanas enteras desayunando mientras veía "Crímenes imperfectos", he mojado galletas en leche viendo recreaciones dramáticas de autopsias y asesinatos, así que tengo alta tolerancia al mal rollo. Y Mariana Enríquez cuenta el mal rollo con mucho salero:

Los japoneses creen que, después de morir, las almas van a un lugar que tiene, digamos, un cupo limitado. Y que cuando se llegue a ese límite, cuando no quede más lugar para las almas, van a empezar a volver a este mundo. Esa vuelta es el anuncio del fin del mundo, en realidad.
- Qué concepto más inmobiliario del más allá tienen estos japoneses.
- Mucha gente en un país chico. 

"Los peligros de fumar en la cama" es un libro de relatos donde se mezclan el terror, lo sobrenatural, el realismo mágico y algunas grandes tragedias personales con la ironía y la mala leche. Hay historias de adolescentes locas de amor dispuestas a hacer amarres pero también a matar a su amado si este se enamora de otra, historias de fantasmas que acaban de enloquecer a quienes tienen cerca para que así ocupen su lugar o historias de fans tan obsesionadas por su ídolo que quieren devorarlo (literalmente). Enríquez tiene un estilo y un universo muy propio y, solo sea por eso, merece mucho la pena leerla.

Vivir con los dioses, de Neil Mac Gregor
De estos cuatro libros, todos atractivos, todos entretenidos, este señor libraco quizá sea el que más pereza os dé:


Precisamente por ser un tochazo proporciona lectura suficiente durante un confinamiento o un rebrote (crucemos los dedos). Muy interesante si os gusta la historia del arte, la antropología y los documentales de National Geographic. MacGregor toca diversos temas, a partir del análisis de algunos objetos o incluso algunos lugares muy concretos. Así, usa un cuchillo labrado azteca del siglo XV para hablar de los sacrificios rituales en distintas sociedades (la azteca, la de los antiguos griegos) y contar cuál era su sentido. Pero también habla de ritos de iniciación, fuegos sagrados o de tumbas de piedra estratégicamente situadas para que entre la luz en el solsticio de invierno, de modo que el sol "toca" a los muertos justo antes de que llegue a la primavera y todo reviva.

De las muchas leyendas e historias que cuenta el libro, especialmente divertida es la de la primera arca, que no era de Noé, sino de Utnapishtim. La historia difiere un poco de la de la biblia, habla de una época remota en la que los dioses estaban hartos de los humanos porque no paraban de reproducirse, hacían mucho ruido y cada día respetaban menos a los dioses. El consejo de los dioses (en Mesopotamia los dioses se organizaban así) decide mandar un diluvio y cargárselos a todos. Uno de los dioses, Enkil, no está de acuerdo: ¿si matan a los humanos quién adorará a los dioses? Así que avisa a Utnapishtim para que cree un barco donde pueda salvarse él, su familia, una pareja de cada especie y semillas suficientes.

Y vosotros, ¿leísteis más de lo habitual durante el confinamiento?, ¿tocará encerrarse otra vez pronto?, ¿hacemos una porra?, ¿qué mito os gusta más, el de Noé o el de Utnapishtim?

7 comentarios:

Juli Gan dijo...

He leído más que de costumbre, cosa que me llena de alegría. Normalmente leo, si me deja el curro, unos cinco o seis libros al mes, pero en el confinamiento diría que he estado a poco de doblar. El libro del dire del "inmundo" me lo leí en enero y prometía al principio, aunque luego se queda en mucho aire y poca enjundia. Novela negra a manta. Hasta me he atrevido con Eva García Sánez de Urturi, lo cual me hace gracia porque entre mi nombre (nuestro, tocaya)y mi apellido de víctima de su primer libro, me lo pasé bien. Eso y una de mis grandes pasiones: Tragarme literatura de la deportación. ¿Porra? Si pasamos la primera quincena de agosto sin que explote, creo que nos libramos...por esta vez.

el convincente gon dijo...

Me leí hace tiempo el de Caitlin Moran y me gustó. No tuve problemas con la verosimilitud de la segunda parte de la novela porque ya me había leído otro libro suyo antes donde contaba que su vida había sido un poco así.

A Enríquez le tengo ganas pero me da miedo que me defraude porque no dejo de oír comentarios positivos sobre ella.

En el confinamiento leí más libros pero también abandoné más. Y más rápido.

Uno dijo...

No he leido ninguno de los libros que comentas y a todos les encuentro su aquel. Quizá los relatos del mal rollo me apetecen menos porque le he dado mas al género.
Lo del director preferiría verlo en una serie. Regina Dos Santos bordaría el papel de Exuperancia.
Tengo muchos problemas de concentración desde que estoy pandémico perdido por lo que he leido menos. Te agradezco las sugerencias que me hacen mucha falta. Eso y la interrupción espontánea del distanciamiento social, tuyamentiendes.

Sorokin dijo...

Una vez leídas tus cuatro reseñas, me apunto el de Mariana Enríquez y paso de los otros tres.

Esti dijo...

Juli, la novela negra es TAN veraniega. Qué placer asarse de calor mientras intentas resolver crímenes.

Gon, me apuesto algo a que Enríquez no te defraudará. Me apuesto algo baratillo, eso sí, por si acaso. ¿Un chicle?

Uno, conozco mucha gente con problemas de concentración por el tema pandemia. Los míos solo son producto del calor. Puto calor. Algún día instalaré el aire acondicionado en casa y ganaré neuronas.

Sorokin, como al final todos os leáis a Enríquez voy a llamar a la editorial y pedir un porcentaje.

Sorokin dijo...

Aprovechando que estoy en Madrí, he comprado el libro de la Mariana y... ¡chingao! como dicen en México, me ha fascinado. Lo he comentado en Instagram y... acto seguido me he ido a la Casa del libro y he comprado todo lo que tenían de esta heredera de Julio Cortázar

Esti dijo...

Eso es un flechazo en toda regla.

Me acaban de dejar "Nuestra parte de la noche", lo empezaré prontito. Y voy a decir a la editorial que me manden algo. Unos bombones, o mejor un ventilador.