lunes, 15 de octubre de 2018

Bibioteca, mon amour

Me gustan las bibliotecas.

El día que me quedo sin nada en la balda de "libros pendientes", allá que voy. No soy fiel a una sola biblioteca, mantengo una relación abierta y poliamorosa con las que están más cerca de mi casa: Iván de Vargas y Pedro Salinas. Me gusta el acto físico de ir ahí, seleccionar lo que me apetezca leer, coger los libros y ojear la primera página si estoy indecisa. Ni kindle, ni ebooks, ni tablets, yo quiero tocar papel.

Precisamente de la biblioteca Pedro Salinas he sacado tres de los cuatro libros que he leído en el último mes y algo:

Tabú, de Ferdinand Von Schirach

La novela de intriga "Tabú", escrita por Ferdinand Von Schirach

Descubrí a este señor de apellido imposible hace unos años, cuando leí su libro de relatos "Culpa". Después leí "Crímenes". Los dos basados en la experiencia previa de Von Schirach (gracias corta y pega, por facilitarme la vida) como abogado penalista. Los dos narrados con un estilo directo, sin florituras ni zarandajas, se asomaban a lo peor y lo mejor del ser humano y te dejaban con la boca abierta. Me gustaron tanto que también leí la primera novela de Von Schirach, "el caso Collini", con todas las expectativas del mundo y alguna más. Sin ser un mal libro, lo olvidé rápidamente. Era el primer intento novelístico de Ferdinand (su nombre es más fácil de escribir que su apellido), así que cogí con ganas su nueva novela, "Tabú":

Mi hermano y yo pensábamos que podíamos empezar el mundo de nuevo. Pero no hay nada que pueda empezarse de nuevo, nada en absoluto, siempre está todo hecho. Él no pudo convertirse en lo que quería y yo tampoco lo logré.

Esto se lo dice el tío del protagonista a éste último, cuando su padre acaba de suicidarse. Todo el libro es así, un jolgorio, una fiesta, una celebración de la alegría de vivir. Los libros de relatos de Ferdinand también eran muy sombríos pero daba igual, eran emocionantes, creíbles. "Tabú", sin embargo, es una ficción, a la que se le nota la mentira. Se le ven todas las costuras: la estructura está descompensada, la trama criminal forzada, típica de una película de psicópatas de los años 90 y el personaje principal es un tipo tan retorcido que no se ve nada de lo que tanto enganchaba en las otras obras de Von Schirach: que eran de verdad.

Menudas historias de la historia, de Nieves Concostrina

¿Sabíais que el bandolero Luis Candelas era guapo a morir?, ¿o que el dictador Bokassa celebró su propia coronación inspirándose en la de Napoleón, luciendo capa de quince metros de largo y sentándose en un trono de oro?, ¿o que Calígula en realidad se llamaba "Sandalita" porque cáliga era sandalia y Calígula su diminutivo?

Tontunadas históricas varias llenan el libro de Nieves Concostrina, que cuenta con el maravilloso subtítulo "anécdotas, despropósitos, algaradas y mamarrachadas de la humanidad".

Recopilación de anécdotas divertidas en "Menudas historias de la Historia", de Nieves Concostrina

Concostrina, además de tener un apellido digno de un tebeo de Ibáñez, tiene montones de libros dedicados a la divulgación histórica, generalmente con un tono ameno y divertido. En "menudas historias" hay, como en botica, de todo, y todo mezclado. El libro se divide en secciones más o menos temáticas: "cuestiones mundanas", "mamarrachadas", "revoltosos". Bajo estos epígrafes se van narrando las anécdotas, siempre cortas y centradas en un detalle concreto y eso, precisamente, es lo que menos me gustó. El libro es entretenidísimo, está escrito con ingenio y coña, es un caramelito para cualquiera que le guste la historia, cierto, pero yo me quedé con ganas de profundizar más en las anécdotas, para poder entender un poco mejor al personaje y su época.

Después de leer "Menudas historias de la historia", se te quedan en la mente algunos datos que pueden ser útiles para jugar al trivial y ganar el quesito amarillo, eso sí.
Confesiones de un chef, de Anthony Bourdain

Hace unos meses hablaba de esos autores a los que acabas cogiendo manía por culpa de sus libros. Pues bien, eso mismo me ha pasado con este señor:

El libro seudoautobiográfico "Confesiones de un chef" del cocinero Anthony Bourdain

Y mira que me gustan los programas de cocina y los cocineros. Me iría de cañas con Chicote, con Jamie Oliver o con Jordi Roca. Sólo me despierta cierta antipatía Gordon Ramsay, por chulo y sobreactuado, pero Bourdain hace que Ramsay sea la mesura hecha persona.

"Confesiones de un chef" es, a veces, una biografía de Bourdain, otras un compendio de consejos para aficionados a la cocina y otras una colección de anécdotas personales. Va pasando de un tema a otro alegremente. Después de varios capítulos sobre su infancia y juventud, pasar a dar algunos consejos sobre qué material básico tener en la cocina, luego sigue con su experiencia como cocinero.y salta de un restaurante en crisis a otro sin siquiera seguir el orden cronológico. Pero lo peor del libro no es el caos, sino el propio Bourdain, un tipo que se debió car en una marmita de testosterona de crío:

Empezábamos cada turno con una solemne invocación a los primeros momentos de Apocalypse Now, nuestra película favorita. Para emular la secuencia que da título a la película, poníamos el disco (...) y justo antes de que Jim Morrison irrumpiera con las primeras palabras, remojábamos la superficie del fogón con un chorro de brandy y le prendíamos fuego. 

Polvos rápidos sobre sacos de harina, broncas, trazas de cocaína sobre la encimera donde luego se va a cocinar y más, siempre más. Así es la cocina para Bourdain, que dice de dos colegas cocineros:

Cuando están juntos, crean una supernova de sandez, una masa crítica de pésimo comportamiento. Les gusta rememorar aquella época idílica de su vida en California, cuando esnifaban cocaína a través de un macarrón (...) De todas las maneras posibles, dejaron una estela de destrucción y fluidos corporales allá por donde pasaron.

Habla así de un pescado muy rico y muy fresco que se comió una noche:

Fue un chute de proteína en la corteza cerebral, un puro colocón de tres ingredientes comido con las manos.

Todo es un colocón para Bourdain. Se define a sí mismo y a sus camaradas como "piratas", "canallas", "matones borrachos", "fulanas", "drogatas maníacos", "psicópatas". Y yo que pensaba que la gente así acababa trabajando como sicario para la mafia... Pero no, acaban convertidos en chefs.

El señor de las muñecas, de Joyce Carol Oates

No me gustaban las muñecas rusas, me daban un poco de asco. Pensaba en cómo lleva una mujer un niño dentro de ella y en lo terrorífico que sería que ese niño llevara a otro niño dentro. 

"El señor de las muñecas y otros cuentos de terror", escrito por Joyce Carol Oates

En un lugar intermedio entre Shirley Jackson y Stephen King está ella: Joyce Carol Oates. En "El señor de las muñecas" cuenta historias de terror cotidiano, de situaciones que, con un poco de mala suerte, podría vivir cualquiera. La historia de una mujer enferma y paranoica que empieza a sospechar que su marido no sólo le es infiel sino que está planeando deshacerse de ella. La historia de una adolescente rebelde y solitaria que encuentra en la extraña familia de una compañera de clase el refugio que necesita.

Oates se las apaña para dar la información justa cuando es necesario, suministra la intriga con cuentagotas. Como Jackson, sabe muy bien cómo guiarte por la historia, repitiendo un patrón que funciona a las mil maravillas: primero empatizas con el protagonista del cuento y luego vas notando que quizá, detrás de ese niño sensible obsesionado con coleccionar muñecas, hay algo más, o que el pobre hombre que disparó a un chico negro sin querer, en defensa propia, quizá quería matar. Y, para cuando te quieres dar cuenta, estás empatizando con un asesino:

Y cuando Irma me pregunta en qué pienso cuando me quedo callado, qué siento, eso que hacen las mujeres que es como pellizcar una costra para ver si se desprende y de debajo rezuma sangre y luego se disgustan y se asquean de lo que ven, me quedo muy callado tratando de no parecer enfadado porque esta persona quiera entrometerse en mi vida, meterse debajo de mi piel cuando lo único que tengo que me proteja es mi piel.

Last but not least, ya hay fecha para la presentación de "Loser". Será el día 30 de octubre a las 20:00 horas en la librería Centro de Arte Moderno, en la calle Galileo 52 de Madrid. Como dijo la gran Lola Flores: "¡si me queréis, venirsen!", ¿o no fue así?

Y vosotros, ¿sois de ir a las bibliotecas o la última vez que pisasteis una fue cuando teníais los exámenes de Selectividad?, ¿conocíais alguno de estos libros?, ¿os veo el día 30?

5 comentarios:

el convincente gon dijo...

De las tres o cuatro bibliotecas de Madrid que conozco mi favorita es la de Conde Duque. En las dos que mencionas no he estado nunca.

Yo soy de visitar bibliotecas muy de vez en cuando, para buscar rarezas. Me encanta ver que existen de verdad libros que llevan años descatalogados. Para mis lecturas habituales tengo material de sobra en casa. De hecho, tengo tanto que a veces me agobia pensar en el día que tenga que hacer una mudanza.

A mí también me gusta Schirach como cuentista. Una pena que no sea tan buen novelista.

Esti dijo...

Gon, prueba la biblioteca de Retiro, Eugenio Trías. Es tan bonita que dudo mucho que nadie que vaya allí a trabajar se concentre con las vistas al parque, los paseantes, los perretes...

Sorokin dijo...

La verdad es que yo no visito una biblioteca desde hace varias eras geológicas. En general, compro libros y así me va, que ya no quepo ni en mi casa de Madrid ni en Bruselas. Todos los rincones están llenos de libros. Además me da pena desprenderme de ellos (¿y si lo quiero releer?). En la calle Padilla, en Madrid hay un sitio donde puedes llevar tus libros viejos y, por ahora solo me he desprendido de siete guías turísticas Michelin de cuando -más o menos- hice la primera comunión.
En cuanto a los autores que dices, los buscaré.

Uno dijo...

Yo iba a la biblioteca de chaval. Primero a leer mitología que era la única literatura erótica permitida en aquellos tiempos y luego por estudiar. Mejor que quedarse a estudiar en casa era ir a estudiar a la biblioteca, una opción abierta a muchas otras posibilidades. Ya no estudio y ya no voy aunque esa que dices del Retiro me hizo replanteármelo.
Compro libros y sobre todo regalo libros. Acabo de hacer una gran limpia aprovechando que tenía que pintar la casa.
Por último decirte que algo mu gordo tiene que pasar para que no esté en Galileo el día 30. Nos vemos.

Esti dijo...

Sorokin, ahora hay varias librerías de segunda mano que admiten donaciones, pero te entiendo, yo también tengo Diógenes con los libros.

Uno, ¿la mitología única literatura erótica admitida en aquellos tiempos?, ¿en la Alta Edad Media?, ¿eres Jordi Hurtado? Bueno, el día de la presentación lo veré con mis ojos, ¡qué intriga!