Sí, al final que te traigan un cherry pie (también conocida como "tarta del alféizar", por culpa de los dibujos animados del oso Yogui) implica que tu vida acabe convertida en un capítulo de "Mujeres desesperadas":
Bree Van De Kamp hacía perfectas tartas de alféizar. También estaba pelín desequilibrada, pero no se puede tener todo en la vida.
Quizá mis problemas con los vecinos de al lado nunca hubieran comenzado con una cherry pie a tiempo. La lástima es que soy una repostera pésima. Sólo sé hacer bizcochos que acaban quemados por arriba y crudos por abajo... El caso es que primero sufrí a una vecina escandalosa en todo: hablando por teléfono, moviendo muebles... y haciendo otras cosas que os imagináis porque sois gente muy creativa. Ya hablé de ella aquí. Al menos su pasión desaforada se terminó en cuanto su novio se mudó a vivir con ella y acabaron por irse a vivir fuera (no sé si juntos o separados y, la verdad, me da igual).
Después llegó una vecina que era tan, pero tan discreta, que tardé semanas en darme cuenta de que el piso volvía a estar ocupado. Me las prometía felices hasta que descubrí que esta vecina también era escandalosa en la intimidad. También hablé de ella por aquí. Acabó marchándose y entonces se mudó una pareja. Yo ya daba por hecho que me esperaba lo de siempre: los gritos desaforados que esa habitación del cuarto izquierda provoca mágicamente en toda pareja que decide echar un caliqueño ahí (¿sabíais que caliqueño es una especie de purito?, ¿no? Así es este blog, educa y entretiene). Y no. Empecé a pensar que quizá la pareja en cuestión no eran pareja, sino hermanos. Pero el tabique finísimo que separa su dormitorio de mi salón me informa enseguida de que aunque sean discretísimos con sus caliqueños, en todo lo demás no lo son. Por la mañana se dan los buenos días con un potente: "¡Buenos días, amor!". A los dos les gusta mucho hablar por teléfono. Él, además, habla por skype en inglés con clientes o socios. Pero lo que más hacen es hablar el uno con el otro. Cómo se comunica esta pareja, oye. Largas charlas antes de irse a dormir. Y más charlas cuando se despiertan y se dicen su "¡¡¡¡Buenos días amooooor!!!!". Que no entiendo de qué hablan, ¿de lo que han soñado esa noche?, ¿qué les pasado de nuevo entre conversación nocturna y conversación diurna? Eso sí, del mundo caliqueño, nada. Cero. Ni un jadeo, ni una risita. Nada.
El caso es que un buen día decidí hacer una cena. No una fiesta, no. Una cena. Que estoy en esa fase de la vida en la que invitar a gente a casa y despertarme con el suelo pringoso y la cocina convertida en zona de guerra da mucha pereza. Éramos cinco contando conmigo. Cenamos, bebimos, vimos video clips viejunos en la tele... vamos, un jolgorio salvaje que terminó a las dos y media de la mañana de un sábado. Pues hete aquí que cuando estoy despidiendo a mis invitados encuentro una nota bajo la puerta. Esta nota:
Me voy a la cama y empiezo a darle vueltas a una frase de la nota. La frase es: "vuestra conversación se escucha". Recuerdo todas las conversaciones que yo he oído de los vecinos por la mañana, por la tarde, por la noche, los buenos días amor, los buenas noches amor, los amor a secas... y me enfurezco cosa mala. ¿Pero esta gente se creerá que el sonido va en una sola dirección y que ellos me oyen a mí pero yo a ellos no? Además,¿de qué maratón hablan, si jamás les he visto a ninguno de los dos en chándal?
Ese lunes coincidimos los tres en el ascensor. Nos damos los buenos días y nos callamos. Éste es un momento crucial. ¿Dirán ellos algo de mi cena del sábado? Decido callarme y dejarlo pasar porque es posible que ellos hayan pensado que su queja estaba fuera de lugar, que la gente tiene derecho a hacer una triste cena un sábado por la noche y que si ellos me oyeron yo también les he oído... Entonces alguien pregunta:
- ¿Y qué tal fue la maratón?
Anda, que lo he dicho yo. Veo cara de pánico en la chica de la pareja. En él veo odio profundo.
- Pues mal, no rendí porque como no dormí bien...- dice él. Está claro que me culpa por haber perdido la dichosa maratón.
- Ah, ¿sí? Qué lástima- respondo. Quizá el tono en el que he dicho "qué lástima" haya sonado falso. Quizá.
Llegamos a la planta baja y nos vamos cada uno por una dirección sin mirarnos siquiera.
Entonces comienzan las hostilidades. Un día que ella pregunta a grito pelado: "¿¡Amor, dónde están mis botines blancos!?" Yo respondo desde el otro lado del tabique que: "¡Aquí no están!". Ellos empiezan a poner la música alta. Y nunca antes habían escuchado música. Yo dejo de ver Netflix en el portátil y empiezo a ver series en la televisión del salón. Veo (y ellos oyen) un montón de películas de Marvel que nunca me han interesado pero que tienen muchas explosiones. Ellos empiezan a mover muebles porque sí. Bueno, en concreto, por joder.
Es espantoso. Yo soy autónoma, trabajo en casa, necesito un poco de concentración y de silencio y ni siquiera puedo refugiarme en la biblioteca porque estamos en época de exámenes y los universitarios la han copado. Tengo que acabar las hostilidades de alguna forma. Y ya que todo comenzó con una nota, creo que es muy circular y muy redondo acabarlo con otra nota. Ésta:
Me vengo arriba y decido cocinar una tarta de alféizar. ¿Os he comentado que soy mala repostera? Pues el resultado fue éste:
Más que cherry pie, bloody pie.
Decido no darles la tarta porque va a parecer una amenaza mafiosa a la altura de la cabeza de caballo de "El Padrino". Dejo la nota bajo su puerta y, unas horas más tarde, encuentro otra nota en la mía con un sucinto "OK".
Los obreros no han resultado ser tan puntuales como prometían y las obras no han empezado todavía. Pero las hostilidades han terminado. No más ruido de muebles. No más películas de súper héroes a un volumen imposible. De momento.
Y vosotros, ¿cuál ha sido vuestra mayor bronca con los vecinos?, ¿los vuestros son de dejar notas o más de llamar a la policía municipal?, ¿habéis cocinado cherry pie alguna vez?
7 comentarios:
ESTI, gracias. Mi sinvivir es el vecino de arriba que, incapaz de controlar el riego automático, empapa cada noche sus cuatro yerbajos con agua suficiente para regar todo el Retiro. Una gran cascada cae a la calle no sin antes rebotar en mi barandilla y empapar mi terraza. Como mi suelo es de madera, hace además un ruido que en el silencio de la noche se asemeja mucho a las catartas de Iguazú. Lo mas enervante es que es un señor de formas exquisitas que en cada queja mía se deshace en disculpas, desarmándome e impidiendo que salga el barriobajero que llevo dentro y le amenace con sacarle las tripas después de darle recuerdos para sus difuntos. He conseguido que al menos lo programe a las 5 de la mañana cuando es menos probable que yo utilice la terraza.Me han hablado de una solución que se llama vierteaguas. Me va a costar una pasta pero mejor eso que la carcel.
¡Ostras, Pedrín! (¿Aún se dice eso que data del pleistoceno?) Pues yo, en tu caso, nada más recibir la nota de "tu cena conversada" les habría pegado un timbrazo y les habría explicado toooodas sus conversaciones que hasta la fecha habías tenido la buena urbanidad de no reprochar.
¿Una bronca vecindaria? Sí, se nos voló la claraboya del tejado. Aquí hace mucho viento. Los vecinos de al lado pretendían sacar tajada y, como en esta casa ejercíamos de "señoras Cuesta", nos intentaron presionar. A todo esto, te comento que nuestros simpáticos vecinos pertenecen a una minoría étnica muy vapuleada por la sociedad...paya (Ya no hace falta más detalles). Durante el asedio para que ellos sacaran tajada del seguro, nuestro rellano se convirtió en un programa en bucle de "callejeros". En aquellos tiempos no había "the gipsy kings". Cuando nos arreglaron el desperfecto general, y a ellos su terraza, todo volvió a la normalidad y convivimos con la normalidad acostumbrada.
Ja ja ja. Todos tenemos historias de vecinos, no faltaría más. En Bruselas, por lo menos en mi casa, los tabiques son tan finos como los españoles. Durante un par de años, tuve unos vecinos con niño de unos cuatro años que, manda casualidades nefastas, tenía (el nene) su dormitorio pegando al mío. Aterradoras pesadillas le debían acosar a eso de las cuatro de la mañana y se ponía a gritar y a/o llorar, con lo que era un sobresalto continuo. Yo le gritaba (en francés, claro) ¡que no, que es una pesadilla, nene hermoso, duérmete!, lo que le incrementaba el llanto. Acto seguido le gritaba en español violentos insultos y todavía lloraba más fuerte. Lo curioso es que su papá vino un día a disculparse porque tenían la música muy alta en su salón y del nene, ni mú.
Uno, estoy fascinada con la depurada técnica de tu vecino. Sigue haciendo lo que le da la gana, pero disculpándose mucho. Es un maestro. O quizá haya aprendido del rey y su mítico "lo siento mucho, no volverá a suceder".
Juli, ¡has vivido un episodio de "Callejeros"! Nunca olvidaré a las míticas vecinas locas de Valencia y su no menos mítico "puta, puta, puta, sin ser yo nada de eso".
Sorokin, si es que ya no se construye como antes. Necesitamos buenos muros, como los de los castillos medievales. Mi tabique es tan fino, pero tan fino, que oigo hasta el interruptor del dormitorio de la casa de al lado.
Yo una vez tuve un vecino que se pasaba días enteros gritando, días de 24 horas, hasta que caía agotado. Yo no me enteré de mucho porque me pasaba trabajando 12 horas al día y los fines de semana me iba, además no me caía al lado. Pasó así meses. Un día volviendo a casa, unos sanitarios lo sacaban en camilla. Estaba en los huesos. Me contaron los vecinos que llevaba meses sin comer, y que el piso estaba forrado de papel de aluminio y con perchas colgadas. Dijo que era para "desatelizar el edificio" (tanto el papel de aluminio como los gritos), y por cierto, que nos estaba haciendo un favor a todos, le pareció muy mal que no se lo agradeciéramos.
Fue hace bastantes años, en unos bloques de pisos que hay en Madrid cerca de Orcasitas.
Me hubiera gustado ver cómo recibió este sujeto el cambio de milenio.
Yo tuve una vecina que se tomaba como una afrenta cualquier cosa que se encontrase tirada en el patio de atrás, procediese o no de los pisos de nuestro edificio. Pegaba sus hallazgos con celo en el espejo del ascensor (bastoncillos de las orejas, pañuelos de papel...) junto con notas llenas de insultos.
Una vez mi compañero de piso se dejó la ventana abierta y el viento se llevó volando una postal porno gay que tenía apoyada en el alféizar (un regalo de coña de sus amigos, como esos memes que circulan por whatsapp).
Al día siguiente nos encontramos un sobre en el buzón con la postal y una cartita de la vecina en la que dejaba claro que era homófoba y que se había tomado el asunto como una provocación, un intento de humillarla en vez de un accidente.
Yo quise ir a hablar con la señora para cantarle las cuarenta pero mi compañero de piso no me dejó porque le daba vergüenza reconocer que aquella postal tan explícita era suya.
Yo he vivido historias muy sórdidas con mis (antiguos) vecinos, pero mucho. En mi blog conté las más suaves: cuando me robaron el dinero del butano, cuando me robaron el buzón...
Sí, esas fueron las suaves, hasta graciosas si me apuras. Las otras, eran demasiado chungas.
Así que ahora soy feliz y vivo cantando (hey!), mi único problema es que mi vecina de arriba es una devota de los tacones, pero vamos, antes tenía eso y las visitas de la policía, así que por mí...
Además me hace ilusión pensar que mi vecina de arriba es JLo
http://dramaenelportal.tumblr.com/page/2
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