Que el cine está en crisis es algo que, como la crisis en sí misma, de tanto comentarse ya cansa. Al final saldremos de la crisis, sí, pero no será ni por el gobierno, ni por un cambio en el ciclo económico, ni porque Angela Merkel se muera. Saldremos por puro aburrimiento. Por no tener que seguir hablando de lo mismo año tras año.
Pero que el cine está en crisis no sólo se nota en la repetición constante en plan mantra por parte de toda la industria, también se nota en la cartelera. Ese domingo por la tarde en el que tienes el antojo de ir al cine. Sí, quieres gastarte tus 9 euros porque, oye, bien mirado, 9 euros también es lo que cuesta un cóctel de ginebra premium en cualquier bar. Además, julio en Madrid sin aire acondicionado es lo que tiene. Estás dispuesta a lo que sea por volver a sentir fresco. Pocas cosas más gustosas que ponerse una chaqueta de punto fino en el cine porque el aire acondicionado está a tope.
Madrid Río o cómo refrescarse y de paso pillar hongos.
Así que te vas a Martín de los Heros porque eres así de moderna (que no hipster, los hipster van a la cineteca de Matadero y a los ciclos de la casa encendida) y echas un vistazo a la cartelera. Empiezas por el Alphaville (digo, el Golem, maldita manía de cambiar el nombre a los sitios, ¡el teatro Calderón es el teatro Calderón, no el Haagen Dazs!), pero entre una hilarante comedia francesa sobre una tipa que cocina para el presidente y una sobre un supuesto pederasta... como que no. Vas al Renoir y allí el panorama es todavía más deprimente. Ni una comedia. Ni siquiera una comedia islandesa. La oferta varía entre un drama sobre los niños soldado en África y varias películas hechas en países que no sabes ni colocar en el mapa.
Llamadme frívola, pero yo veo el cartel de "Érase una vez en Anatolia" y no me entran unas ganas locas de comprar la entrada. Más bien me entran ganas de irme a mi casa a verme un capítulo de Breaking Bad. Pero como todavía no está lista la última temporada hay que conformarse con esas películas empeñadas en hacernos aprender geografía: "La pesca del salmón en Yemen", "días de pesca en Patagonia". Amigos cineastas, puestos a elegir un deporte como fondo para vuestra película, ¿no encontrasteis alguno menos aburrido que la pesca?
Pero además de los títulos que nos retrotraen a segundo de BUP, cuando aprendíamos todos los países del mundo y sus capitales, existen otros títulos que también expulsan al público de las salas. Es el caso de las películas que se llaman como un libro de meditación de tapas blandas. Ahí están "Primavera, verano, otoño, invierno y... primavera", "amor bajo el espino blanco", "el viento que agita la cebada"...
Y luego están aquellas que no suelen proyectarse en los cines de Martín de los Heros ni en los circuitos de versión original. Ahí el nivel suele ser superior, al menos sabes que si una película acaba en "...como puedas" o en "... de pelotas" es una comedia descerebrada. Pero en los cines de los centros comerciales también encontramos títulos que dan más pereza que los conciertos de Radio 3 en la 2 a las tantas de la mañana. Son aquellos títulos más propios de una tv movie de mediodía: "360, juego de destinos", "efectos secundarios"... Como ya dije en este post, creo que los traductores de las distribuidoras quieren mandarnos un mensaje subliminal mediante los títulos de las películas, quieren decirnos: a ésta no vayas. Da igual que "360, juego de destinos" sea de Fernando Meirelles y "efectos secundarios" de Steven Soderberg, no tuvieron su día y punto.
Con lo fácil que sería llamar a todas las películas igual: “Vidas al límite”, por ejemplo, que podría ser el
título de cualquier película. Cualquiera. Menos quizá de esas
pelis que parece que tratan de ver crecer la hierba, o más bien, de ver cómo
se mece al viento en el caso de “el viento que agita la cebada”.
Y vosotros, ¿cuál es el título de película que más pereza os ha dado, ése que os ha hecho no ir al cine?
Y vosotros, ¿cuál es el título de película que más pereza os ha dado, ése que os ha hecho no ir al cine?