Amistad de juventud, de Alice Munro
Munro ganó el Nobel de literatura allá por el 2013 y yo, que estoy a la última, me he leído un libro suyo por primera vez en 2019. Los relatos de "Amistad de juventud" se centran en historias de reencuentros, rupturas y muchos, muchísimos adulterios, narrados con continuos pasos de tiempo. Comienzas a leer y nunca sabes muy bien ni quién es el protagonista ni en qué época se va a desarrollar la trama principal. Poco a poco Munro te va revelando cuál es la historia central, sorprendiéndote. Un ejemplo. El relato "Five points" cuenta en paralelo una historia del pasado, de una tienda del pueblo a la que acude un púber Neil, y también una historia del presente, la relación furtiva entre el adulto Neil y la casada Brenda. Al final las dos historias de unen para desvelar que la hija de los dueños de esa tienda a la que acudía Neil, pagaba a los chicos para que se acostaran con ella, y Neil fue uno de los que pagó. Saberlo cambia la relación entre él y Brenda de esta manera:
¿No sabe él qué está sucediendo? Quizá necesitaría la experiencia de muchas peleas de casados para saberlo. Para saber que lo que uno cree (y, por un momento, espera), que es el final absoluto puede ser solamente el comienzo de una nueva etapa, una continuación. Eso es lo que está sucediendo, eso es lo que ha sucedido. Para ella, él ha perdido algo de su resplandor; quizá no lo recupere. Probablemente le sucede lo mismo a él con ella. Ella también siente lo mismo en sí misma. Piensa que hasta ahora fue fácil.
Que el libro está escrito que te mueres es un hecho (no le dieron el Nobel a Munro porque le tocara una papeleta en una rifa), pero hay momentos en los que la traducción de Debolsillo flojea. Una pena porque, por lo demás, es una auténtica joya.
Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite
Cuando al final del día ponía películas en vídeo, las que más le emocionaban eran las que contaban las aventuras de aquellos soñadores caídos al fango con las alas rotas.
Caperucita en Manhattan es un clásico de la literatura juvenil y, como todo clásico, se supone que lo puede leer cualquiera, independientemente de su edad, como sucede con "La historia interminable". Una cosa os digo: JA.
No sé si me habría gustado más si lo hubiera leído a los 13 años. A lo mejor. Porque yo tenía mi vena cursi en aquella época, me chiflaba "El principito". Y ahora, sin embargo, leo cosas como esta...:
No hay que mirar nunca para atrás. En todo puede surgir una aventura. Pero ante las ansias de la nueva aventura, hay como un miedo por abandonar la anterior. Plántale cara a ese miedo.
...y no sé si estoy ante una novela que actualiza Caperucita roja en un Manhattan entre realista y fantástico o ante un libro de autoayuda. Llamadme cínica, pero esa Caperucita que se llama Sara y es una niña soñadora y lectora y también condescenciente con la forma de comportarse de sus padres me parece una repipi. Y esa vieja loca que se pasea por la ciudad y que resulta que es una encarnación de la estatua de la Libertad y una representación de la libertad en sí debería ser detenida por la policía porque, ¿qué hace paseándose con una niña por los parques de Nueva York? ¡Y de noche!
Procura encontrar tu camino en el laberinto. Quien no ama la vida, no lo encuentra. Pero tú la amas mucho. Además, aunque no me veas, yo no me voy, siempre estaré a tu lado.
Quien no ama la vida, no encuentra su camino en el laberinto. Podría ser el título del próximo libro de Albert Espinosa. Qué pereza.
Padres e hijos, de Iván Turguénev
El año pasado leí un cuento de Turguénev, "Mumu" y me gustó tanto que, en mi estilo ventolera, decidí leerme alguna novela suya. La elegida (porque estaba disponible en la biblioteca) fue ésta:
Dos amigos: Arkadi y Bazárov, visitan al padre de éste en la hacienda que tiene en el campo. Los jóvenes, que se definen como nihilistas, chocan con la manera de ver la vida del padre y el tío de Arkadi. Es todo muy novela rusa del XIX, con sus campesinos, sus veladas en casa de unos y otros tomando champaña, su recibir a las visitas...
La trama de la novela no empieza hasta que los dos amigos conocen a una viuda, Odíntsova, y ambos creen enamorarse de ella. Pero lo más interesante pasa antes, cuando se describen las rutinas de la casa del padre de Arkadi, el pasado de Pavel, su tío, o cómo todos aceptan con naturalidad que una joven criada haya tenido un hijo con el señor de la casa, pero a la vez siguen tratando a la chica como una criada más. Esa parte es la que recuerda más a las novelas clásicas rusas y, curiosamente, da igual que no haya una trama como tal, quieres saber más de la vida ociosa de los terratenientes, de su relación con sus criados, y de los padres anticuados con los hijos que se creen modernos (los nihilistas, los hipsters del XIX). Pero cuando los amigos protagonistas se enamoran y, oh sorpresa, el orgulloso, seguro de sí mismo y un poquito ostiable Bazárov se vuelve alguien más vulnerable la novela descriptiva se convierte en otra cosa, se traiciona a sí misma, empiezan a pasar cosas de una manera algo forzada y una se pregunta, ¿pero esto no se llamaba "Padres e hijos"?, ¿por qué en la página 150 se convierte en una historia de amores no correspondidos?
Toda la verdad sobre las mentiras, de José Antonio Palomares
La
casete terminaba con la canción que más nos gustaba, "Un velero llamado
Libertad". Esta sí la cantábamos a veces en el coche. Era alegre, no
hablaba de amor y uno podía pensar que el protagonista se hacía pirata.
Lo malo es que la canción decía "el mar" y no "la mar" como Rafael
Alberti. Si
eras poeta había que decir "la mar", era de primero de poesía. José Luis
Perales tenía poca pinta de poeta, con esos jerséis de pico o su
chaqueta azul marino de Galerías Preciados. Parecía, más que un poeta,
un empleado triste de banco o un vendedor de enciclopedias a domicilio. A
lo mejor por eso le gustaba a todo el mundo: era un funcionario de las
baladas.
"Toda la verdad sobre las mentiras" es un chute de nostalgia. El sabor de un donut con azúcar envuelto en papel de estraza, las casetes que tus padres ponían en el coche camino del pueblo... El grueso de la novela relata momentos de la infancia de su protagonista, un chaval de unos 11 años, en una época previa al boom de internet y las redes sociales, cuando tener una tele en color era lo más. Muy poco a poco, van colándose entre esas anécdotas pequeños detalles de lo que realmente pasaba en ese mundo de chicles Boomer y casetes de José Luis Perales: broncas familiares, problemas económicos o un padre que pasa demasiadas noches en el bar. Por mucho que los adultos intentan ocultar la verdad a los niños, ellos acaban intuyéndola. El libro se lee en un plis y enloquecerá a la generación EGB. Eso sí, la generación Z lo tomará por un libro de divulgación histórica.
Y vosotros, ¿también creeis que "Caperucita en Manhattan" está patrocinada por Mister Wonderful?, ¿ayer votasteis bonito o simplemente votasteis? Espero que no fuerais de ese 45% de vagos incapaces de levantar el culo de su asiento para ir a votar y también espero (por vuestro bien) que no os tocara estar en la mesa electoral. De todos modos, visto el resultado en Madrid, me reafirmo en mi último post: la democracia está sobrevalorada.
Last but not least, el miércoles día 5 de junio estaré firmando ejemplares de "El ganador se lo lleva todo" en la caseta 137 de la librería Muga, en la feria del libro de Madrid. Estaré desde las 19 horas y hasta las 21.30, ¡si me queréis venirsen!
4 comentarios:
Pues mira, me has dado en todo el tomas, porque yo, que me considero un lector bastante empedernido, no he leído ni uno de los libros que citas. O sea, 0. Pero vale, siempre estoy dispuesto a conocer cosas, así es que voy a empezar por la Munro, que va a ser la más fácil de encontrar
De los que comentas, me leí hace mucho Padres e hijos. Se me quedó grabada una escena en la que varios personajes están sentados en un salón, de pronto entra una galga seguida de una chica y el narrador menciona el sonido de las uñas de la galga contra el suelo. Cuando leí ese detalle del sonido de las pezuñas, la galga se volvió tan real como si hubiese entrado en mi habitación en ese momento. ¡Ay! La magia de los detalles...
Y hasta aquí mi momento Mr. Wonderful del día. (Por cierto, ¿a nadie le extraña que sea Mr. y no Mrs./Lady/Madame?)
Espero con impaciencia una entrada dedicada a la experiencia de firmar en la Feria del Libro. El calor, los clientes que piden cosas raras, los fans encantadores, los escritores de las casetas vecinas... No te dejes nada.
No he leido ninguna pero, por lo que cuentas me quedo con la de los rusos. Una sociedad alejada de la nuestra siempre añade un interés mas allá del relato. Las otras no me llaman la atención. En concreto la de las mentiras y tal creo que ya me la se.
Estoy deseando que llegue la Feria del Libro para que llueva. El miércoles no, claro.
Sorokin, Munro te va a gustar, mi bola de cristal y yo lo vaticinamos.
Gon, a ver si la crónica de la firma va a ser dos horas de esperar, aburrida de la vida. Estoy planteándome llevar queso, trocearlo y ponerlo al lado en plan: pica un poco y a ver si así me compras el libro.
Uno, "Padres e hijos" comienza muy rusa y muy decimonónica y muy bien, luego la cosa se va torciendo, pero merece la pena.
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