Llega esa época llena de buenos deseos, canciones de Mariah Carey, especiales de José Mota, luces a tutiplén y tarifas elécticas desmesuradas a fin de mes. La tradición llama a estos días Navidad y, los que vivimos en el centro de Madrid, sabemos que es una época que cada año se amplía un poco más. Cada año los supermercados ponen a la venta los turrones un poco antes, cada año se hace más difícil transitar por Sol y alrededores unas semanas antes de lo previsto. A este paso la Navidad acabará el día 8 de enero y empezará el día 15. De enero.
El espíritu navideño es como la fe o el metabolismo de las top models: se tiene o no se tiene. No hay más. Y los que carecemos de espíritu navideño somos tan siesos que no ponemos ni siquiera el típico nacimiento seudoelegante presidiendo el salón. No ponemos nada. Ni siquiera compramos una flor de pascua. Por supuesto, no adornamos ningún árbol ni colocamos un enorme belén con pastores, ángel anunciador, reyes con camellos y lavanderas al lado de un río hecho de papel Albal.
Si algún año me animo a poner un belén, será con la esperanza de que acabe así:
Según los evangelios apócrifos, al portal de Belén no acudieron unos reyes magos de Oriente, sino un gato gigante.
O así:
Sin embargo, un evangelio extracanónico asegura que quien recibió el anuncio del arcángel Gabriel no fue la Virgen María, sino un gato atigrado, que fue quien dio a luz al niño Jesús.
Aunque conociendo el carácter de mi gato, lo más probable es que acabara así:
Venid y adoradme, humanos inferiores.
Si os pasa como a mí y la Navidad os da una pereza cósmica (si tuviera un grupo de rock, lo llamaría así: "Pereza cósmica"), no os preocupéis. He encontrado una manera de sobrevivir. No es muy original: a este invento revolucionario lo llaman alcohol. Se trata de beber con excusa, no porque tú quieras, que si por ti fuera beberíais agua del tiempo... es porque lo manda el juego, en concreto el drinking game de la Nochebuena 2017:
Las cenas de Nochebuena son como un gigantesco déjà vu: ¿no había visto ya este especial de los Morancos antes?, ¿cuál era el cava que me gustaba: Anna de Codorniú o el Cordón Negro de Freixenet?, ¿cómo hacía para pelar los langostinos sin que ese misterioso líquido que tienen dentro me saltara al ojo? Todos los años las mismas dudas, las mismas conversaciones, los mismos programas en televisión. Pero en este 2017 vamos a innovar, aplicando los drinking games de Eurovisión (¿alguien podría aguantar una emisión completa de Eurovisión sin alcohol?, lo dudo) a la Navidad. Ya veréis como así disfrutáis más de la velada. De la resaca del día 25 no me responsabilizo.
Y vosotros, ¿sois de belén, de árbol o de nada en absoluto?, ¿qué añadiríais al drinking game?, ¿qué es el líquido ése que hay dentro de los langostinos?
10 comentarios:
Yo lo que más odio de las Navidades es la Nochevieja. Es como el falso cumpleaños de todos y de nadie a la vez, pero sin regalos.
Lo peor que le puede pasar a alguien sin fervor por el espíritu navideño (Por pura vagancia, todo hay que decirlo) es que viva con alguien que aplaude cada vez que ve lucecicas titilantes, belenes, arbolicos, bolicas de las ídem, espumillones y que guste de cantar y escuchar villancicos. Tanto que te den ganas de regalarle un viaje a Laponia a ver al jodido Yulupukki (Nombre de Papá Neël, qué listos los finlandeses que se han cogido a san Nicolás de Bari y lo han nacionalizado, los muy...nórdicos) pero sin billete de vuelta.
Menos mal que yo voy a mesa puesta a casa de mis maravillosas tías y, como somos "del norte", pasamos bastante del rey, de su discurso y del "telepasión" de los atributos varoniles. Ya me dicen que somos muy cortarrollos y ni "cuñao" borracho, ni abuela achispada, ni bronca familiar. Un asco modélico, vaya.
A mí me mola el Belén de una buena amiga mía, que tiene su barrio Okupa, sus pancartas contra Herodes y su Tyranosaurus rex amenazando al caganer.
Gon, sin regalos... y con ingesta masiva de uvas.
Juli, ¿cómo es posible que a alguien le guste cantar villancicos? Son la música del demonio, más aún que el reggaetón.
Ya en el 2009 aclaré, y documenté, que ni mula, ni buey, ni gato. En el portal había un loro:
http://generoful.blogspot.com.es/2009/12/el-portal-de-belen.html
Por lo demás desde hace algunos años soluciono el ataque navideño huyendo a....CATALUÑA Vale: traguito de Freixenet.
¡Qué barbaridad, no me había dado cuenta que ya avanzan las tropas navideñas! Es que este año no me entero de nada. Mentalmente todavía vivo en jalogüín y en San Nicolás. Es que aquí, san Nicolás, que es el 6 de diciembre, es casi más importante que la Navidad. Se dan regalos y se organizan polémicas, como la de este año, que consiste en discutir si hay que quitar la cruz que tradicionalmente llevaba en su mitra, para que sea un santo multiculti, o no. La del año pasado fue si había que prescindir de su criado negro (le père fouettard) que lleva viniendo con él desde hace trescientos años por la misma razón. Peor fue hace tres años que quitaron el abeto de la Grand Place por razones idem de idem.
Uno, me parece fantástico que haya loros en los belenes. En el mío habría osos panda, que ya sabéis que tengo una obsesión con ellos y que algún día viajaré al parque panda de China y tendrán que llamar a los GEOs para desalojarme de allí.
Sorokin, ¿el San Nicolás belga es como el holandés? Porque hace un par de años pasé el puente de la Constitución en Amsterdam y vimos el desfile de un señor de barba blanca que supusimos era San Nicolás o similar con un tipo pintado de negro a su lado. Junto a ellos había un grupo protestando y dedujimos que el motivo era que no hubieran contratado a un negro de verdad, pero a saber. Cogimos las banderitas que iban repartiendo y las agitamos como locas al paso de San Nicolás, y luego nos fuimos corriendo al museo de Van Gogh.
Sobre San Nicolás de Bari, que nunca pisó Bari, ni Holanda, ni mucho menos el Polo Norte. Es el mismo que dice Sorokin. Un breve apunte: http://labasquebondissante.blogspot.com.es/2009/12/multiculturalidad-navidena.html
Totalmente el mismito San Nicolás. Lo gracioso es que las explicaciones al margen dicen que "viene de España" y lo del negro, al menos por aquí, ha consistido en eliminarlo en las presentaciones que se hacen en los diferentes almacenes de regalos y juguetangos.
Y según algunas lenguas bífidas, de hecho es el mismito Papá Noel, que los gringos llaman Santa Claus. Ya me diréis, "Claus" es Nicolás las lenguas germánicas, solo que el traje de "santa" lo diseñó Coca-Cola y ya no va de obispo.
¿El drinking game es tuyo? Es francamente bueno!!
Yo creo que en el nacimiento siempre debería haber un gatito, o un gatazo, y sí, debería ocupar el sitio central, porque realmente los humanos somos inferiores.
Si no, no gastaríamos cantidades ingentes de dinero/hígado/paciencia con la intención de que una borrachera monumental (unida a cantidades indigeribles de grasas saturadas y azúcar) nos ayude a olvidar "estas fechas tan entrañables".
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