Entonces emitirán de nuevo sus clásicos como el de “mamá, nunca te he contado que soy gay y me gusta disfrazarme y voy a bailar disfrazado de Shakira frente a toda España para que te enteres”. O el de “en lugar de quedar en el Starbucks más cercano con mi cibernovio la primera vez que quedamos, decido quedar en la tele para decirle que no soy una mujer del todo, aunque me siento como una”, o el de “ siempre he sabido que soy adoptada pero he esperado 43 años para buscar a mi familia biológica porque contratar a un detective es caro y mejor que me lo pague la tele”… En uno que dediquen a gordos de solemnidad a los que sus familias/parejas/amistades obligan a hacer dieta o les dejan, en uno de esos, estaré yo. Por gorda.
Entonces tendré que contar mi triste historia: cómo pasé de ser una tipa normal de esas que se dicen a sí mismas que mañana mismo, mañana sin falta, ceno sólo ensalada y así pierdo ese par de kilillos con los que la ropa del H&M me quedará mucho mejor, a una gordaquetecagas. La culpa no es mía, público del diario. No. La culpa es de otro. De otros. De mucha gente. De toda una comunidad autónoma, ni más ni menos. De Asturias.
El complot de la comunidad astur para volverme una gorda empezó ya en el viaje a Oviedo. Cinco horas ahí sentada. Se hace largo y más si te ponen sólo una película y esa película resulta ser, otra vez (ya me la pusieron la última vez que fui a Tudela), “Burlesque”. Una película que cuenta con logros como que Christina Aguilera, gracias al maquillaje y las pelucas parezca más de plástico que Cher o atreverse a hacer una versión del “beautiful people” de Marilyn Manson.
Además, ya acabada, el deuvede tiene una opción en la que repite varias veces todos, repito, TODOS, los números musicales en un bucle infernal. Ahí ya llevábamos unas 3 horas de viaje, nos habían ofrecido el periódico, la cena, toallitas húmedas, más pan, café, más agua, y hasta una copa o licor. A todo dije sí menos a la copa, pero claro, a la tercera vez que oyes los gorgoritos de Cristina Aguilera y ves su estilo de baile, en el que confunde danza con contoneo poniendo cara de tía sexy ya no puedes más. Te giras y le dices a la azafata: ¿un ron con coca cola puede ser? Y te dice que sí, claro. Por algo estoy viajando en preferente.
Pero eso era sólo el principio del fin de mi tipín.
Ya en Oviedo, a la mañana siguiente me levanto y ahí estaba, lo mejor de los hoteles. Mejor que tener piscina, mejor que poder llevarse los botecitos del champú gratis, incluso mejor que ese gustito que da dejar las toallas tiradas por el suelo aunque sólo las hayas usado una vez. Mejor que todo esto, sí... ¡el buffet! Dicen que la felicidad está en las pequeñas cosas: una pequeña fortuna, un pequeño yate, una pequeña mansión. Pero eso no es verdad, la felicidad está en levantarse y no tener que hacer nada más que elegir ante una mesa larga-larga llena de cosas ricas. Qué queréis que os diga, tengo la tensión baja y recién levantada esfuerzos los mínimos.
Me metí entre pecho y espalda: un variadito de fruta cortada, una tostada con tomate natural y queso, un zumo, un café con leche y un croissant. Pero en esta vida todo vuelve, hasta las hombreras, y después de 6 horas dando clase, el hambre también vuelve y allá que vamos el profesorado, a buscar restaurantes con menú por la calle Gascona. Una calle muy turística y eso, en Madrid, equivaldría a menús de 15 euros con paella revenía o ensalada mixta de primero y pollo asado o merluza rebozada más postre o café. En Asturias no. Todos los menús eran de menos de 10 euros y casi todos incluían una sopa o crema de entrante, más un primero: fabada o pote o algo de verdura contundente, tipo ensalada campera; un segundo: codillo, filetes de bacalao con jamón y queso, merluza con almejas, escalopines al cabrales. Todo ligerísimo, como veis. Además, incluía postre y café. Y el postre no era ese clásico de menú: un yogur Danone, una pieza de fruta, una bola de helado, ¡qué va! Mousse de fresa, tarta de queso, frixuelos...
...todo casero. Os preguntaréis cómo es posible engullir todo eso. Es fácil: regándolo con sidra.
Y así, amigos esbeltos, es como he dejado de ser una de vosotros. En el próximo post os contaré la otra cosa que he estado haciendo en Asturias, aparte de comer: dar clase. Sí, yo dando clase. Vivir para ver.
El próximo día 5, en el café Angelika, en la Cava Baja, se proyecta "Mañana", allí os espero, tomándome un vaso de agua, que no engorda.
5 comentarios:
Ahh, sé por experiencia qué es eso de volverse gorda estando en Asturias... pero es que la calidad de la comida es increíble. Y sí, con la sidra puede uno comerse el bufé completo más postre.
Lo que cuentas de Burlesque en bucle es la más auténtica de las pesadillas.
Saludos
¡¡Y aún peor es Galicia!!
¿Y esa costumbre, tan del norte, de poner, no un plato, sino una sopera completa para que te vayas sirviendo ¡solo! el primer plato?
Que no lo he dicho, la proyección es a las 21.00h.
Claudia, la sidra es un invento del demonio, igual que "Burlesque".
Loque, las soperas completas con doble fondo también las sufrí.
Amigaza... estoy aquí para traerte a este lado. Y lo voy a hacer. Sigue atentamente estos pasos:
- mira la página de ryanair
- cómprate un billete para venirte a Mallorca en nochevieja
- vente
No hace falta que te recuerde cómo es el acceso a casa ¿verdad?
De nada...
Erre, lo haré, lo juro, pero es que ahora mismo una conjura judeomasónica encabezada por la Caixa me ha dejado sin tarjeta de crédito. A ver si mañana hay menos de mil personas en la oficina y me dan la nueva...
Publicar un comentario