Seguro que mamá Gallardón (Gallardona, la vamos a llamar desde ahora, como si fuera rusa) le aconsejó eso a su hijo. Pero Gallardón lo interpretó a su manera y convirtió en su objetivo vital que Madrid, la ciudad de la que es alcalde, tuviera Juegos Olímpicos. Podría haberse marcado otros objetivos: ser ministro, ser candidato a la presidencia de su partido… pero pensó que éste era más realista.
Y todos sabemos lo que pasó:
No estoy llorando, se me ha metido algo en el ojo.
Y lo que volvió a pasar:
Gallardona lo veía venir, pero calló ante su hijo, que ahora está deprimido, frustrado, sin motivación, sin rumbo y en el lodo, que dirían Los Panchos. Necesita nuevos retos. Un cambio se aires. Otra ciudad. Y Nápoles es su reto. Porque defender Madrid 2020 ya es cabezonería y ganas de sufrir. Mejor que vaya a Nápoles, una ciudad que le necesita.
Si sólo conocéis Roma podéis pensar que Nápoles es una versión en pequeño; con menos iglesias, menos museos, menos turistas y menos piedras. Cierto. De todo hay menos, excepto iglesias, que creo que hay tantas por habitante como bares en España, y tráfico. Si sois de los que pasasteis más de media hora esperando en un paso de cebra en Roma porque nunca nadie paraba y os daba miedo cruzar. Si os parece que en Madrid la gente pita demasiado. Si os encanta ese rollo europeo de ir a todas partes en bici… entonces en Nápoles lo vais a pasar mal. Porque hay semáforos y pasos de cebra y señales, pero no son para ser obedecidos, son más bien un consejo un “aquí, si te parece bien, podrías parar, pero como tú veas, ¿eh?”. Las pirulas son habituales, nadie se sorprende ni se escandaliza, ni pita. Se puede pitar por muchos otros motivos: para saludar, para avisar que entras a toda velocidad en una curva estrecha, sin arcén y por donde van los turistas de Sorrento camino a la playa, o porque te da la gana que por algo eres napolitano y haces lo que te sale cuando te sale.
Ordenar el tráfico de Nápoles sería el primer reto de Gallar.
Pero no el único, ni mucho menos. Ignoro si es por mala organización, porque dicen que es la mafia quien controla la recogida de basuras o porque los napolitanos, simplemente, no quieren echar la basura en el contenedor. El caso es que está todo como si vivieran en una permanente huelga de basureros.
Tres elementos básicos del centro histórico de Nápoles. A saber: iglesia barroca, casa a punto de caerse de vieja y basuras.
Además, Nápoles es una ciudad sin nada moderno. Hay sólo un par de rascacielos, anodinos y lejos del centro histórico. Gallar podría construir montones de cosas nuevas de esas que le gustan: aparcamientos subterráneos de varios pisos, intercambiadores, plazas con mucho cemento, rascacielos de arquitectos de renombre…
Y lo mejor de todo, podría financiarlo fácilmente. Nápoles es muy barato: la comida, las entradas a los museos e incluso el transporte (si quieres pagarlo, porque colarse es facilísimo) está tirado de precio. Gallar sólo tendría que equiparar el precio del transporte con el de Madrid, multar a los napolitanos cada vez que tiraran una basura al suelo o se saltaran un semáforo y recaudaría lo suficiente para transformar a Nápoles de una ciudad bonita con encanto, personalidad y mucha basura en una ciudad bonita, con menos encanto, ninguna personalidad y limpia como los chorros del oro.
Aquí dejo mi propuesta, pero lo mismo Gallar prefiere estudiar esta otra.
Por cierto, “Mañana” se proyecta esta semana en dos festivales: Espartinas de Cine y el festival de cine de humor de Navalcarnero. El día 15 en el auditorio del centro comercial de Espartinas (Sevilla) y el día 16 en el teatro municipal de Navalcarnero (Madrid).
5 comentarios:
A Gallar yo lo mandaba un poco más lejos. A Marte, por ejemplo.
También podrían hacer arte con la basura ¿no? O directamente convertirse en basurero y largarse a vivir a otro sitio. O prensarla, hacer bloques con eso y construir sus casas con ladrillos de basura. Sería una hermosa metáfora...
eeeeh, buenas.
Paso de Gallar. Estoy aquí para romper una lanza en favor del caos latino, que se está perdiendo. Allá va: hace unos meses estuve en Roma. Reconozco que al principio me impresionó... qué coño, estaba tan acojonao como un gato en el patio de un colegio. Entonces sucedió que tuve que conducir. Por cojones. Superada la angustia de los primeros minutos, aquello se convirtió en una experiencia reveladora... no sé si por estar más cerca de Dios o qué.
Todo el mundo que quiera sentirse libre debería conducir por Roma.
Lo de que la mafia controla la basura de Nápoles creo que es algo más que una sospecha...
Si Gallardón consiguiera limpiar Nápoles, hasta podría perdonarle la vida a él, y a sus cejas, eso sí, que se quede ahí, o en las antípodas.
Anónimo, Loque, seguro que enfrente de casa tenéis obras y por eso queréis mandar a Gallar a otro continente o incluso a otro planeta.
Rebe, qué bonito lo de la basura, ponte a ello y seguro que te cogen en ARCO.
Sub (que llamarte subnormal suena un poco agresivo), lo de conducir por Roma debe ser como una mascletá. Que al principio te quieres morir, pero luego le encuentras su punto.
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