Estimado señor Ministro,
le escribo a usted en primer lugar para que vea que soy una chica educada. No sé pelar una naranja con cuchillo y tenedor, pero le aseguro que jamás en la vida he escupido en la calle, ni me he colado en la cola de la caja del supermercado. Por eso, antes de lanzarme a esas plataformas que me tienen ocupada todo el santo día firmando iniciativas, he pensado que debía escribirle a usted.
Ya sé que están metiendo tijera por todas partes y más aún en la ciencia. Y yo lo entiendo, señor Ministro, si la ciencia es un peñazo, que seguro que usted también dejó las mates de segundo de BUP para septiembre. Y además, ¿para qué sirve? Que investiguen los países nórdicos que tienen tradición y nosotros mejor hacemos aquello para lo que siempre hemos estado dotados: el sector servicios, lo que viene siendo camarero en garito que sirve garrafón, monitor de aerogym en un hotel o cocinero de paellas con guisantes y gambas. Pero esto que le voy a sugerir, señor Ministro (vea que pongo su cargo en mayúscula y todo) nos puede convertir en un país serio, mejor aún, en un país rico.
Señor Ministro, ha llegado el momento de que inventemos nosotros el teletransporte. Diga a todos los científicos que tenga en nómina que se dejen de zarandajas, que se olviden del cáncer, el SIDA o las energías renovables. TE-LE-TRANS-POR-TE.
Le voy a contar mi triste historia para que compruebe hasta qué punto nuestra sociedad está necesitada del teletransporte.
Todo comienza en Acireale, un pueblo de Sicilia a unos 30 kilómetros de Catania y unos 200 de Palermo. Un pueblo italiano como Dios y las películas de Vittorio Gassman mandan: con sus iglesias barrocas:
su pizza:
sus estampas típicamente italianas:
Y un transporte público tan caótico, pero tanto, que ni en la oficina de turismo son capaces de darte unos horarios de autobús que se ajusten a la realidad. Otro día, y si le interesa mi iniciativa y quedamos para tomar un café, le cuento qué hacía yo en Acireale. Pero el caso es que yo quería volver a mi casa. Ya sabía, por el viaje de ida, que eso iban a ser unas doce horas de viaje, divididas tal que así:
- 08.00, recogida en la piazza San Dominico para que nos lleven en coche a la estación de autobuses de Catania.
- 08.30, llegada a la estación de autobuses, algunas vueltas para encontrar la oficina en la que comprar el billete y otras tantas vueltas para encontrar el andén.
- 09.00, salida del autobús Catania-Palermo. Dos horas y cuarto de viaje sin película ni nada. Con lo típico y pintoresco que hubiera sido que pusieran una película de Alvaro Vitali.
- 11.15, llegada a la estación de autobuses de Palermo. Tras un capuccino y un bollo relleno de jamón y mozzarella, vamos a coger el autobús al aeropuerto de Palermo, que sale a las 12.30 y tarda unos 40 minutos en llegar al aeropuerto.
- 14.00, tras más de una hora en el autobús, gentileza de un "incidente" (léase inchidente) en un túnel, llegamos al aeropuerto de Palermo.
- 15.00, embarque en el vuelo de Vueling destino a Barcelona. En el avión, no hay hueco para mi maleta de mano, ni para las maletas de medio avión. Las azafatas nos las facturan a mano. Yo aviso a la azafata que yo cojo otro avión después a Madrid, que si va a haber algún problema... La azafata me dice que no me preocupe, que me da tiempo de sobra.
- 17.15, llegamos a Barcelona. En mi billete a Madrid pone que a las 18.15 sale el avión y tengo menos de una hora. Echo a correr.
- 17.20, corro por el aeropuerto.
- 17.25, llego a la zona de recogida de equipajes.
- 17.30, empiezan a salir maletas. La mía no sale.
- 17.40, se para la cinta, corro a la oficina de reclamaciones. La señorita de las reclamaciones me explica que suele pasar con el equipaje de mano que acaba facturándose desde el avión que se queda el último. Me recomienda que "apure un poco" que no tardará en salir. Por si acaso, toma nota de cómo es mi maleta, de mis datos y mi teléfono móvil.
- 17.45, la cinta sigue quieta.
- 17.50, la cinta sigue quieta.
- 17.55, no puedo apurar más y salgo corriendo.
- 18.00, tengo que volver a pasar por el arco de seguridad. Por supuesto, hay cola. Le cuento a la chica que pide el billete y el dni que pierdo el vuelo, me dice que se lo diga al guardia civil del arco y me dejará colarme. Lo hago.
- 18.02, pito en el arco de seguridad. Me tengo que quitar las botas, me las quito.
- 18.04, descalza, con el bolso y el abrigo en una mano y las botas en otra, corro hacia la puerta de embarque de mi vuelo.
- 18.09, llego hacia la puerta de embarque y veo que ni siquiera han abierto aún, pero tampoco anuncian retraso. Vuelvo a mirar mi billete para comprobar que la hora de salida del avión eran las 18.45, y las 18.15 la hora en que se empezaba el embarque.
- 18.14, mientras pienso en lo boba que soy caigo en la cuenta de otra cosa más. Tanto el portátil como el cargador del móvil están en la maleta, ¿llegará sano y salvo el portátil?, ¿cómo me van a localizar los del reparto de equipaje si mi móvil ya no tiene batería?, ¿cómo no se me ocurrió sacar el portátil y el cargador de la maleta cuando me dijeron que tenía que facturar?
- 18.45, despega el avión.
- 20.00, llegamos a Madrid.
- 20.10, cojo el metro. A punto estoy de quedarme dormida en el vagón, como los japoneses en el metro de Tokyo. Me consuelo pensando que los viajes debían ser mucho peores en la Edad Media, cuando se hacían los viajes por caminos a lomos de un burro.
- 21.00, llego a casa.
Como ve, señor Ministro, el teletransporte es una necesidad de nuestro tiempo.
Y vosotros, ¿a que firmaríais por esta petición a favor del teletransporte en Avaaz, Change o Actuable?
Postdata: el portátil llegó sano y salvo y los de Iberia/Vueling trajeron a casa el equipaje a la hora que dijeron y hasta me llamaron esa misma tarde para comprobar que todo había ido bien.
7 comentarios:
Puff, vaya odisea, yo siempre he pensado que vamos de modernos pero si no tenemos teletransportación es realmente un retraso casi como la edad media. Es mi sueño, yo firmo: ¡teletrasnporte ya!
Saludos
1.- Eres capaz de contar lo que sea con tal de poder decir que has estado en Sicilia.
2.- Eres capaz de contar lo que sea con tal de recordarnos que estuviste en Japón.
3.- Eres capaz de facturar el portatil. Flipo.
4.- ¡¡Teletransporte ya!!
5.- ¡¡Y después, Telegatito!!
Claudia, que sigamos usando el paraguas (un trozo de tela con un palo) para protegernos de la lluvia y que no haya teletransporte, ni naves espaciales a la velocidad de la luz es un atraso.
R., vete segregando más bilis envidiosa porque aún hablaré más de MI viaje a SICILIA.
Me sorprende no haberlo firmado ya.
¿Sabes que muchas veces tengo ese sueño? Pero sin aviones de por medio, porque mi subconsciente, como yo, ha viajado poco en avión y mucho en transporte público.
Así que no sabes lo que te comprendo, porque mi consciente, ha vivido esa aventura muchas veces.
pd. El master del universo no me deja abrir el enlace a Alvaro Vitalli, pero cuando he visto quién era, le he dado las gracias.
Loque, deberías coger más aviones porque en ellos he descubierto dónde está la gente guapa que jamás está en el metro: ¡¡¡están todos en los aeropuertos!!!
¡Uala, premiete! Gracias mil, Isa.
No os engañéis, el teletransporte está ya inventado desde hace décadas, pero no lo quieren sacar a la luz.
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