Como recordaréis por la cantidad de
posts que dediqué a mi viaje a Japón (porque yo he estado en Japón,
¿sabeeees?), allí tuve una revelación y a la vuelta pensé en
hacerme sintoísta. Básicamente porque es una religión adorable
como una película de Miyazaki.
Pero este verano he tenido otra
revelación que ríete tú de Saulo cayéndose del caballo o de la
zarza ardiente que hablaba. La revelación ha venido en forma de
libro. “El rey Vikram y el vampiro”, una compilación de relatos
clásicos hindúes, en los que he descubierto mi nueva fe: el
hunduismo.
Una religión politeísta, con un menú de dioses variadísimo. Están los simpáticos, que podrían inspirar
la próxima película de Pixar, como el dios mono, o el dios elefante:
Adorar a un dios elefante que baila Bollywood es genial sí o sí.
Y los chungos, que dejan a Saw VI a la
altura del betún, como Shiva, el dios destructor, que lleva un
collar de calaveras. O Kali, la diosa de la destrucción, que uno
solo para destruir les parecía poco.
Kali también luce collar de
calaveras, y un par de accesorios más, a saber: dos cadáveres como
pendientes, falda hecha con las manos de sus enemigos los demonios,
lengua ensangrentada y cuatro brazos para llevar cuantas más armas mejor:
Todos estos dioses, más demonios
varios, brujos, yoguis, brahmanes, rajás y píldoras de filosofía hindú
del palo de:
“El prudente, sabiendo que hay tres
cosas cuyo efecto en sí mismo ningún hombre puede predecir (a
saber, el deseo de mujer, el cubilete de los dados y las bebidas
embriagantes), considera la abstinencia de las tres la mejor norma”.
...llenan las páginas de “El rey Vikram
y el vampiro”. Recopilación de cuentos clásicos hindúes, creados
allá por el siglo XI y seleccionados por Sir Richard F. Burton,
capitán del ejército británico en la época del colonialismo y
experto en literatura oriental. A él se deben las traducciones al
inglés de “Las mil y una noches” y de clásicos de la literatura
de la India, como el Kamasutra o el Ananga-Ranga. Eso sí, con “El
rey Vikram y el vampiro” se permite unas cuantas licencias, elige
algunos cuentos para el libro (en mi edición hay 11, en la tradición
hindú son 25) y en el prólogo de su señora esposa, quizá pensando
que las raíces de los cuentos son todavía más antiquísimas, se pasa tres
pueblos al decir que El rey Vikram inspiró “El asno de oro” de
Apuleyo (siglo II antes de Cristo).
Lo que sí que está claro es que
su estructura, de cuentos enlazados, donde combina magia, aventuras,
romance, ironía y mucha acción recuerda a “Las mil y una noches”, que
probablemente se inspiró en él. En los
cuentos hay mucha información sobre la vida de la India clásica:
Sobre el matrimonio, “Una esposa estéril puede
sustituirse por otra a los 8 años; aquella cuyos hijos han muerto
todos, a los diez años; la que sólo tiene hijas a los once; la
regañona, sin más demora”
Sobre el sistema de prisiones, "Randhir había condenado al ladrón a
ser crucificado, clavado y atado, con las manos y los pies
completamente estirados, y permanecer así en posición erguida; le
darían cuanto quisiera de comer para prolongar la vida y el
sufrimiento. Y cuando se acercara la muerte, le echarían por la
garganta oro fundido hasta que le saliera por el cuello y otras
partes del cuerpo".
Allá por los 80 en la India se hizo una serie basada en los cuentos del rey Vikram.
Sobre la educación, "su padre cultivó asiduamente en ellos,
como aconsejan las mejores obras sobre educación, la obediencia
absoluta (…) los alababa cuando no estaban delante y los reprendía
abiertamente para fomentar su humildad. Ridiculizaba su apariencia y
los vestía toscamente para protegerles de la vanidad. Si esperaban
un obsequio les desilusionaba para que se familiarizaran con la
abnegación (…) Y, sabiendo por experiencia que el miedo es mucho
más fuerte que el amor, les amenazaba a menudo"
Y sobre los piropos de la época: “Su rostro
era como la luna llena, su cabello como un enjambre de abejas
colgando de los capullos de una acacia, los rabillos de los ojos le
llegaban a las orejas; sus labios tenían la dulzura de la ambrosía
lunar; tenía el talle de un león y de garza real los andares”.
Y una serie de animación.
Pero también hay hueco para reflexiones modernas, que vete a
saber si pertenecen al cuento original o a Burton:
“Dice el joven rajá: ¿Qué podía
hacer? Cuando amo a una mujer me gusta contárselo todo, no tener
secretos para ella, considerarla mi otro yo...
- Hábito que perderéis cuando seáis un
poco mayor, cuando reconozcáis el hecho de que el amor no es más
que un combate, un juego de destreza entre dos individuos de distinto
sexo: uno que busca conseguir lo más posible y otro que se esfuerza
por perder lo menos posible, y que al final ganará el más agudo de
los dos en el tablero de ajedrez".
O
"Confieso -prosiguió el loro, (porque
este cuento lo narra un loro parlante) que en general la mujer bella
es más virtuosa que la fea. Pues a la primera la tientan a menudo,
pero su vanidad y presunción le permiten resistir, prometiéndose
que volverá a ser tentada una y otra vez. La mujer fea, en cambio,
ha de tentar en vez de ser tentada y ha de flaquear, porque no
satisface su vanidad y su orgullo resistiéndose, sino entregándose".
Y vosotros, ¿os habéis convertido a alguna religión exótica últimamente?, ¿qué estáis leyendo este verano?
3 comentarios:
Qué bien que los hombres fueran los únicos que sabían escribir, así podían dar su versión única sobre las mujeres.
Lo del padre ese que como sabía que el odio era más fuerte que el amor, es lo que había decidido que debía unirle a sus hijos me ha dejado sin palabras.
Ríete tú de Supernanny, los hindúes usaban otros métodos distintos al rincón de pensar.
Mi conocimiento de los hindúes se reduce a la Romy de "La vuelta al mundo en 80 días" y a "Slumdog millionaire", así que yo elegiría como religión absurda la de la Grecia antigua. También era una época horrorosa para ser mujer pero, según "300", los tíos estaban todos muy macizos.
Publicar un comentario