El título no es un diálogo de una película de Almodóvar, ni una confesión pública de mi politoxicomanía. Es lo que dijo anoche Maribel Verdú antes de entrar a la gala de los Goya, para explicar que estaba más tranquila que otros años, y sólo había necesitado un clásico lingotazo para calmarse.
Pero yo no voy a hacer un análisis de la gala ni de los premios. Bueno, mejor dicho, sólo voy a escribir un párrafo de protesta porque hubo unos cuantos premios que no me gustaron un pelo. Ahí va:
Comienza el párrafo de protesta: Gorka Otxoa se merecía el Goya de actor revelación mucho más que Alberto Amman; Marta Etura ni siquiera se merecía la nominación, mucho menos el Goya a mejor actriz de reparto; y, aunque no he visto ni "Ágora" ni "El secreto de sus ojos" creo que la primera no se merecía el mejor guión, y me hubiera gustado que Nausicaa Bonín lograse el Goya a actriz revelación por "3 días con la familia", peliculón que se merece más de un cabezón. Fin del párrafo protesta.
Y ahora, al tajo: los vestidos.
Para ir calentando motores, comencemos por aquellas no iban ni tan mal ni tan bien, sino simplemente equivocadas. Aquellas que se creían que iban a la boda de su prima la del pueblo y optaron por unos estilismos de madrina de boda espantosos.

También tenemos a aquellas que iban mal aconsejadas. Porque, ¿quién aconsejó a Paz Vega que se cardara el moño?, ¿quién le dijo a Pilar Castro que estilo tutú de bailarina era aconsejable pasados los 7 años de edad?, ¿por qué se compró Irene Visedo el vestido en Blanco, esa tienda para las amantes del estampado de leopardo? ¿por qué Vicky Peña iba de figurante en "los otros"?

Las crónicas de alfombra roja (verde, en este caso) siempre olvidan a los hombres. En este caso no es posible, porque olvidarse de los hombres sería olvidar el tupé de Jordi Mollá, la chaqueta de solapas blancas de Eduardo Noriega o todo absolutamente todo lo que llevaba Óscar Jaenada.

Esta espiral de horror y destrucción debería llegar a su culmen con los peor vestidos de la gala, pero voy a dosificarme. Ahora una dosis de buen gusto antes de la traca final.
Hubo muchas elegantes, y seguro que todas las páginas hablan de las que siempre son elegantes: Como Goya Toledo (de Elie Saab, un diseñador muy de alfombra roja de los Óscar), Pé (que iba de dos cosas que a ella le gustan mucho: el palabra de honor y el color blanco roto) o Maribel Verdú, divinísima.


Y ahora llega lo mejor, es decir, lo peor. Las políticas lo pusieron difícil con unos vestidos "arquitectónicos" y de "volúmenes", que es una manera fina y elegante de llamar a los volantes colocados a mala leche. La capa de Caperucita Roja de Ouka Lele también daba mucho susto, pero llegó Bimba Bosé para dejar las cosas claras: ella era la peor vestida de la noche. Y punto.

Y vosotros, ¿qué opináis de los Goya de este año y, sobre todo de sus estilismos? Venga, va, si alguno quiere hablar de cine le dejo. Lo que sea por tener más comentarios.