martes, 18 de abril de 2017

El campo no tiene glamour

La naturaleza está sobrevalorada. Toda ella. La playa, la montaña, la llanura, la estepa... toda. Un rato en la playa y tres meses más tarde aún tienes arena bajo las uñas de los pies. Que no quiero ni imaginarme dónde encuentran granos de arena los aficionados a las playas nudistas. Y luego están los bichos. A mí me aman con pasión. Os está escribiendo una persona a la que le picó un mosquito en Madrid, en septiembre, y en el párpado de un ojo.

Por eso, años ha, cuando tocó elegir carrera,  fui una chica práctica y no me decanté por la antropología. Que sí, que muy interesante eso de estudiar a tribus por ahí perdidas, pero están perdidas por algo, en medio de lugares llenos de insectos, incomodidades y humedad que te deja el pelo fosco (como dijo aquella: "Nube, tía, y sin secador"). La naturaleza es cruel, y por mucho que Hollywood nos haya enseñado que a la selva se va con plancha para que la camisa de la sahariana esté impecable...:

A Grace Kelly le queda bien hasta el salacot.

...sabemos que el campo se lleva mal con el glamour. La realidad del pobre antropólogo está a años luz de "Mogambo". El estudioso llega a una zona alejada de toda civilización (¡ni un Zara en kilómetros!) a vivir como vivan los nativos, aprender su idioma y ganarse su confianza para así poder estudiar su sociedad. Mientras logra su objetivo está más solo que la una, incómodo, aburrido y desesperado porque los nativos no le hacen caso o, peor aún, le toman el pelo. Que serán nativos, pero no son gilipollas, y si quieres sacar algo de ellos deberás darles algo a cambio.

Al final, el antropólogo se siente desesperadamente inútil y le dan ganas de coger el primer vuelo rumbo a su colchón con nórdico a solo 200 metros de un Starbucks. De todo eso habla "el antropólogo inocente", de Nigel Barley. Barley se fue a Camerún a estudiar a la tribu dowayo y en el camino las pasó putas. El libro no es una manual de antropología, sino la historia de un hombre contra los elementos, todo contado con mucho humor... y nada de glamour:

¿Dónde salía más guapo Ralph Fiennes, en "el paciente inglés" o en "la lista de Schindler"? Abro debate.

Y, sin embargo, hay veces en que la realidad se pone estupenda. En los años 30, la ya famosa antropóloga Margaret Mead se va a estudiar una tribu de Papúa Nueva Guinea junto a su marido, también antropólogo, aunque con nombre de gigoló: Reo Fortune. La primera obra de Mead, "adolescencia, sexo y cultura en Samoa", fue un best seller. El libro hablaba de la educación de los adolescentes (que no son ni rebeldes, ni problemáticos en Samoa), de sus liberales costumbres sexuales (tanto para hombres como para mujeres) y, sobre todo, venía a decir que no había reglas universales en la conducta humana.

Mead y su marido coinciden en Papúa con otro antropólogo, el inglés Gregory Bateson y aquí es donde la realidad imita a Hollywood. Y no por el glamour...:

Margaret Mead no era Ava Gardner, pero Bateson se daba un aire a Tom Hiddleston...

... sino por el triángulo amoroso que se formó entre estos tres. De eso precisamente habla "Euforia", de Lily King. Pero cambia los nombres tanto de los tres protagonistas como de las tribus que estudiaron. Supongo que para ahorrarse una polémica, recordemos la que se lió el año pasado a costa de Adelaida García Morales.

Aunque "Euforia" está basada en hechos reales, y Margaret Mead se casó tanto con el antropólogo con nombre de gigoló como con el que se parecía a Tom Hiddleston, eso no es lo que sucede en el libro de King. Pero, si queréis saber algo más, os lo leéis, porque espero haber picado vuestra curiosidad.

Y vosotros, ¿habéis leído alguno de estos libros?, ¿también sufrís cada vez que salís al campo?, ¿no es una tragedia que Ralph Fiennes se quedara calvo?

6 comentarios:

Juli Gan dijo...

Siempre quedará la versión urbanita de la antropología, que no es otra que la sociología, ciencia para la charlatanería de café en la que me licencié, por cierto. A mí me encanta que con un sol africano de justicia, en Mogambo, la Gadner, la Kelly y el Gable vayan peinados, maquillados, planchados y sin rodetes de sudor, hechos unos príncipes. Siempre puedes recurrir a la antropología cercana, como Pierre Bourdieu que en su "el baile de los solteros" explicaba como controlaban el nivel de natalidad en los Pirineos a base de casarse bien pasados los treintaybastantes. Sobre los líos amorosos de la Mead, mira que tenían a huevo el rollo-bollo con Ruth Benedict, que era una tía muy guapa, antropóloga, que en su "el crisantemo y la espada" acercó la cultura de Japón a occidente, una vez derrotados de la segunda guerra mundial. Ese libro sí me lo he leído (El de Bourdieu, también).

Uno dijo...

Estoy de acuerdo con Juli Gan, he conocido antropólogos (un par de antropólogas para ser mas exacto) que trabajaban en los Pirineos (no los de Bordieu, los nuestros) y vivían en un bucolico entorno disfrazadas de autóctonas si bien, a diferencia de estas- antropológicamente obligadas a esperar hasta los treintaybastantes-, se apareaban sin contemplaciones con la edad. No se si esto era muy profesional pero a mi me hicieron sentír la llamada de la antropología en mis carnes. Ahora tu y esos tres de Papua vienes a confirmarme que en la antropología hay tomate.

Sorokin dijo...

Para empezar te diré que sí, que he leído "el antropólogo inocente" y que me descuajeringué de risa con las aventuras del pobre antropólogo. Otro libro que incluye varios artículos sobre el tema que me divirtieron y me angustiaron es "Ébano" de Richard Kapuszinsky. El que no pude aguantar por pesado es "Tristes trópicos" de Claude Lévi-Strauss, pero en fin, que sí, que me interesa el rollo de los antropólogos. No me sabía la vida truculenta de Margaret Mead, así que, me sumergiré en el tema, de veras.
Y que Ralph Fiennes se quede calvo me la trae al pairo, lo que me desesperaría es que le pasara eso a mi Juliette Binoche, pobretica.

Esti dijo...

Juli, no sabía que "el crisantemo y la espada" era de Benedict. He estado a punto de comprármelo alguna vez, pero al final... La antropología de andar por casa, estudiando pueblos o barrios de la periferia es cómoda, está claro, puedes volver a casa en un autobús de línea, pero nunca podrás contar tantas batallitas como si te pierdes en África.

Uno, ¿cómo iban disfrazados de autóctonos tus amigas?, ¿llevaban boina?, ¿tenían vacas y hacían quesos? ¡Quiero más detalles!

Sorokin, Juliette Binoche sigue con su glamour y su pelo intactos, no sufras. Levi-Strauss es más académico, pero seguro que "ébano" mola, me lo apunto.

Juli Gan dijo...

Sorokin: Cierto es, Ébano, el de Kapuscinski, es un libro estupendo, como todo lo que escribía este bendito polaco, bendito él y no el Wojtyla. Ese y el del Sha de Persia son libros que pasan como "periodísticos", porque eso es lo que era, pero da unos datos sobre África (o Irán) muy detallados. Buen apunte, Sorokin.

Uno dijo...

ESTI, se que no tengo bibliografía ni credibilidad pero por estas que son cruces que vi a la una disfrazada de autóctona y tejiendo en el telar de un centro que recogía los usos y costumbres de la comarca y a la otra, igualmente camuflada, bailar el himno de Riego que, por si no lo sabes, se inspira -mas bien fusila- en una jota pirenáica.