martes, 28 de junio de 2016

Monos y patatas cocidas

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Hoy os voy a contar unos cuantos dramas. Por si teníais poco drama con el resultado de las elecciones y el épico, lacrimógeno y conmovedor discurso de Rajoy justo después.

Empezaremos con el drama de Guille. ¿Quién es Guille?

Guille, saluda.

Es uno de los chimpancés que viven en el refugio para primates Rainfer, en las afueras de Madrid. Este refugio no es tontería, tiene en sus instalaciones a 135 primates y es el segundo más grande toda Europa. Guille vivía en un zoo hasta que éste cerró sus puertas, momento en el que alguien se dijo: “oye, ¿y qué hacemos con los animales?” y otro alguien tuvo una idea: “pues los repartimos entre el personal”. 

No sé a quién le cayó el marrón de quedarse con el hipopótamo, pero el caso es que Guille acabó en casa de la señora de la limpieza. Ella le cogió mucho cariño y por eso le trató como a ella le gustaría que le trataran. Le daba bollería industrial, coca-cola… y así pasaban los días los dos juntitos, ella viendo la tele y él metido en una jaula. Los días pasaron hasta convertirse en 12 años, cuando se llevaron al chimpancé. Su dueña se llevó un disgusto tremendo, para ella era su mascota. Pero la realidad es que los chimpancés no son mascotas, sino animales salvajes. Los perros y los gatos han necesitado miles de años para convertirse en animales con los que se puede convivir en una casa. No es el caso de ningún primate, que puede ser violento, que tiene colmillos, que necesita espacio, la luz del sol, criarse en una manada, comer fruta y beber agua.  

No os dejéis engañar por la cara de juguete de peluche de los macacos de Berbería, tienen muy mala leche.
Cuando Guille llegó a Rainfer tenía el cuerpo deformado por haber pasado tanto tiempo metido en la jaula. Huía de la luz del sol y era adicto a la coca cola. Para que volviera a tomar agua tuvieron que ir mezclándola con coca cola gradualmente hasta aguarla del todo. 
Cuando Seprona o la policía se incautan de animales salvajes porque se está comerciando ilegalmente con ellos o porque están abandonados o porque se ha cerrado un zoo, los colocan donde buenamente pueden. Si se trata de primates, los llevan a Rainfer y ahí el Estado se desentiende de los animales. El refugio se creó gracias a un primatólogo que tenía un terreno en el norte de Madrid y usó sus ahorros para acondicionarlo. Ahora tienen, además, una ayuda estatal con la que alcanza para un mes de comida. El resto lo consiguen con apadrinamientos, visitas guiadas y recaudaciones de fondos varias. Rainfer tiene acuerdos con universidades para impartir clases de comportamiento animal y de veterinaria y cuando Jane Goodall visita España, allá que va. Y, sin embargo, apenas llegan a fin de mes.
Boris, el orangután, come lo suyo.
El refugio está lleno de historias dignas de una película de Pixar.
Para capturar a una cría de primate los furtivos tienen que matar a toda su familia, ya que los simios tienen un fuerte sentido de grupo y luchan hasta el final por sus cachorros. La vida de ese cachorro, tras ser separado de su familia, va de mal en peor. Lo capturan para venderlo y entonces se dan tres opciones:
-     - Que lo compre un particular que piensa que es una gran idea tener un chimpancé como mascota y piense que podrá vestirlo, pasearlo y hacerle mimitos. Eso de que sea ilegal, bah, no importa mucho. Al principio todo será como una fantasía infantil hecha realidad porque el cachorro es pequeño y manejable. Pero crecerá, le crecerán los colmillos, gritará, se hará fuerte y un día atacará a su dueño, él se asustará y optará por encerrarlo en una jaula para que no moleste. O puede que decida extirparle los colmillos, castrarlo y/o arrancarle las cuerdas vocales, todas esas cosas se las hicieron a Yaky, otro de los chimpancés de Rainfer.

-       -  Que quien lo compre quiera ganarse un dinero amaestrando al primate para espectáculos de circo o para el audiovisual. De nuevo, los simios no son animales domésticos y no se les puede enseñar con refuerzos positivos, la manera de enseñarles más eficaz es a través del miedo, con palizas o con trucos como envolver una barra de hierro con periódico. Se le pega con esa barra de hierro, el animal aprende que el periódico es igual a paliza y, en el número que quiera hacer (en un circo ante el público, en una película…) el amaestrador le enseña un periódico y eso basta para que el animal se asuste y haga lo que le pidan. Cuando un chimpancé enseña los dientes en una foto, no está sonriendo, enseñar los dientes es muestra de miedo. Los chimpancés Tarzán y Loti pasaron tanto tiempo encerrados en una jaula que han tardado 9 años en superar la agorafobia y salir al jardín de Rainfer.

-    - Que sea un zoo quien adquiera al animal. Los zoos cumplen una normativa y son totalmente legales, pero su prioridad es la rentabilidad del negocio. Esto significa que si los lémures se hacen muy populares entre los niños por “Madagascar”, comprarán muchos lémures. Y como son unos bichos muy tranquilos, programarán visitas de grupos dentro de sus instalaciones, para poder hacerte fotos con un lemur subido a tu hombro, sin tener en cuenta que los lémures se pueden contagiar de enfermedades que nosotros les transmitimos. No importa, si se mueren, se compran más y listo. 
Cuando visitas Rainfer, más que ver de cerca a los animales, lo que haces es escuchar a los cuidadores (voluntarios en su mayoría), que te van contando todas estas historias. Visitad su página, donad algo, id a visitar sus instalaciones o aconsejad al colegio de vuestros hijos que organicen una excursión. Si no lo hacéis, es que en vez de corazón tenéis una patata cocida.

6 comentarios:

Juli Gan dijo...

No soy amiga de los animales. En mi casa, la que aguanta estoicamente ante la brillante idea de "¿Por qué no cogemos un perro?" (De la protectora de animales de la zona, que hemos visitado con la sobrina alguna vez), soy yo. No quiero oír hablar de tener animales en un piso por muy soleado y mucha estupenda terraza que tenga. Gatos, tampoco, mi pareja es alérgica a su pelo, y en el fondo, me alegro. La gente que tira por el exotismo adquiriendo iguanas, boas constrictor, primates o cotorras argentinas, no se piensa las cosas. Las putas cotorras ya están empezando a colonizar pequeñas poblaciones fuera de las grandes ciudades. Ya veo bichos escandalosos de estos volar por la zona rural de esta pequeña ciudad.

Sí, mi corazón es una patata cocida con el punto justo de sal. :)

Uno dijo...

Tu si que sabes hacer campaña y no esos. Lo de la patata es infalible.
Dicho eso, que inconscientes son algunos. Aunque aquí vuelvo a pensar en las diferencias tan enormes que hacemos entre los mamíferos y los demás animales. Tuve de niño enjaulados grillos y tarántulas, entre otras especies, y nunca he tenido ni un asomo de culpa ni arrepentimiento.

Claudia Hernández dijo...

Guao, una gran labor de esta gente. Yo es que no soy de mascotas, crecí en una familia de asmáticos. Pero creo en el respeto absoluto por los seres vivos (bueno, soy carnívora, es verdad), me parece triste las historias que nos cuentas y que por desgracia parecen ser más comunes de lo que creemos. Por un lado las legislaciones en ciertos países protegen más a los animales. México hace varios meses ilegalizó el uso de animales en los circos, un gran paso.
Saludos

Esti dijo...

Uno, es verdad que distinguimos entre animales y bichos. Los primeros nos despiertan simpatía (menos a Juli) y los otros no. Pero es que en el caso de los simios es tan obvio que son como familiares lejanos que hacerles daño duele aún más.

Claudia, el uso de animales en circos está prohibiéndose en muchas partes, la cosa es... ¿qué hacen con los animales cuando lo han cerrado?

Sorokin dijo...

Yo no soy demasiado animalero, aunque me caen, en general, bien. Los gatos y las gatas me aman, por ejemplo y, según que perros me miran a los ojos de una manera que no sabría resistirme. Una vez, en una playa del Mar del Norte, vino corriwndo hacia mí un perrillo con un zapato en la boca. Se paró, depositó el zapato a mis pies y me miró. Yo pensaba, hombre, con un solo zapato, ya me dirás qué hago... si me trajeras dos. Cogí el zapato y lo lancé lejos. Con un gruñido agradecido, el perro dió un saltito y salió corriendo tras el zapato. Lo entendí, estaba jugando.
Y de ñas cotorras libres, en Bruselas hay manadas. A mí me alegran las tardes en los bosques, cuando vuelan todas juntas dando gritos, con sus alas verdes.
Eso sí, las arañas, los escorpiones y las cucarachas no me caen bien

el convincente gon dijo...

Yo soy de esas personas miedosas que consideran que todos los animales son salvajes, incluidos perros y gatos.

De los chimpancés me fío menos que de ningún otro, desde que de pequeño fui al circo: uno de los números consistía en fingir que uno de los chimpancés desobedecía al adiestrador y se escapaba, el chimpancé estaba entrenado para corretear entre las gradas deteniéndose un rato en determinados puntos, mis hermanos y yo estábamos sentados en uno de esos puntos, el chimpancé se colocó al lado de uno de mis hermanos y, sin venir a cuento, le dio un manotazo en la cara, yo me cagué de miedo. Por eso no entiendo que nadie quiera tenerlos de mascota. Encima, lo que cuentas de los cazadores furtivos es desolador.

Un buen documental para concienciarse sobre la barbaridad que supone tener animales en cautividad es 'Black Fish'.