martes, 19 de mayo de 2015

Cómo NO llamar a tu hijo

La vida son fases. Está la fase de ver dibujos animados en bucle, la fase de la ingesta de kalimotxo, la fase en la que olvidas el kalimotxo para dedicarte a los gin tonics premium... y la fase en la que dejas el alcohol porque te has embarazado.

En esa fase anda mucha gente de mi entorno. Ya me he quejado he comentado otras veces lo sufrido que es el embarazo no tanto para la futura madre, como para sus amigas solteras y sin hijos. Y es que las madres recientes pueden ser muy insistentes con ciertos temas, el más peliagudo, el que más divorcios previos a un nacimiento ha causado es, sin lugar a dudas éste: ¿cómo llamar a la criatura?

Algunos padres, primerizos todos, dicen que prefieren esperar a ver qué cara tiene el bebé para, según eso, ponerle un nombre. De forma que el niño es probable que acabe llamándose Mofletes, Lorza o Chatito. Porque, digámoslo bien alto, los bebés recién nacidos no se parecen a papá o a mamá, se parecen a otro bebé.

El nombre del niño dice más de sus padres que de la criatura. Nosotros, los hijos de la generación de la transición, solemos tener nombres normalitos: Marta, María, Daniel, Ana, David... ¿quién no ha compartido clase con varias Martas García? Pero la generación que ahora anda reproduciéndose locamente quiere que sus hijos sean, ante todo, especiales, únicos, que ni de coña haya otro en la clase igual porque nadie es igual a tu hijo que es el mejor del mundo entero. Pero buscar un nombre original no es tan fácil.

Cuando Piqué y Shakira anunciaron que esperaban una criatura y se iba a llamar Milan todos dijeron, ¿Milán, como la ciudad? No, no, no, sin tilde, Ah... ¿Milan, como esto?:

Pero Milan no es un homenaje a los 80 como podría haber sido llamar a la criatura Naranjito, Heidi o Samatha Fox. Milan resulta que es una palabra tope polisémica, que significa querido, lleno de gracia y amoroso en eslavo; en romano antiguo, entusiasta y laborioso y en sánscrito, unificación. Qué pena que la gente no hable ni eslavo, ni romano antiguo ni sánscrito y vaya a pensar siempre que te llamas como una goma de borrar.

Los bebés son tan herederos de los genes de sus padres como de sus gustos. Ahí tenemos a Apple Martin Paltrow. Como mamá Gwyneth es macrobiótica y le encanta la comida sana, va y llama a su hija Manzana. QUe es como si yo fuera a llamar a mi futuro retoño Mousse de Chocolate.

Así, los niños llamados Sauce o Montaña suelen ser fruto del amor libre y el baby boom de los 70. Un poco como la familia Phoenix, de donde vienen los actores River y Joaquin Phoenix, que llamaron a su prole tal que así: River (río), Rain (lluvia), Liberty (Libertad), Summer (verano). Hasta Joaquin, que se había librado de la fiebre flower power, acabó cambiándose el nombre por Leaf (Hoja). Luego llegaría un representante que le hizo ver que llamarse Hoja era muy ridículo,

Precisamente ahí, en Hollywood, sigue proliferando el gusto por los nombres digamos bohemios, digamos horrendos. Los hippies de antes ahora son famosos new age a los que le flipa la medicina alternativa, el yoga, las esferas familiares y no creer en Dios pero sí en "una especie de energía":
Summer Rain es la hija de Christina Aguilera; India Rose se llama la hija de Elsa Pataky y Thor); Esmeralda Amada, la niña de Ryan Gosling y Eva Mendes...

Pero si lo que tú quieres para tu hijo es que sea de la realeza, empieza por ponerle un nombre largo y rimbombante, ¿qué tal Rosalind Arusha Arkadina Altalune Florence? Así se llama la hija de Uma Thurman, que no le cabe el nombre en el dni. Otra opción aristocrática consiste en elegir nombres medievales o de señor anciano de un pueblo de Soria: Diego (el afortunado con un nombre más normal), Tadeo, Ivo y Telmo, son los hijos de Miguel Bosé.

Y qué pasa con esos padres que se vuelven locos de amor ante sus hijos, pero locos como un niño pequeño cuando le regalan un cachorro, algo tipo esto...:


...pues que supuran caramelo con resultados desastrosos. Ay, qué mala adolescencia van a darle los hijos del chef Jamie Oliver: Buddy Bear, Petal Blossom, Poppy Honey y Daisy Boo...

Por último tenemos a esos padres que, en el fondo, no querían serlo y, quizá por eso, quieren arruinar la infancia de sus criaturas. Ésa es la única razón lógica que explica que el cantante Cristian Castro haya llamado a su hijo Mijail Zaratustra; Nicholas Cage haya optado por Kal-el (sí, el nombre de Superman en Kriptón)... o que el director Robert Rodriguez haya llamado a sus niños: Racer (corredor), Rocket (cohete), Rebel (rebelde), Rogue (pícaro) y Rhiannon. Y ya como alguno de ellos tenga frenillo, esta familia acabará protagonizando una matanza tipo Columbine. 

Y vosotros, ¿cuál de estos nombres dignos de llamar a Servicios Sociales y quitar la custodia de las criaturas preferís?

lunes, 11 de mayo de 2015

Einstein era un capullo

¿Quién lo iba a decir, eh?

¡Pero si soy un tío majísimo!

Con esa cara de abuelete simpático y ese pelo revuelto de científico loco, a lo Doc en "Regreso al futuro", resulta que ese icono del siglo XX, ese genio, ese abanderado del pacifismo, ese que revolucionó la física... resulta que era un capullo integral.

Todo comienza allá por el año 1896, cuando Albert estudia en el Instituto Politécnico de Zurich. Su única compañera femenina es Mileva Maric, una joven serbia lo suficientemente brillante como para que la admitieran (la mayoría de las universidades de la época no admitían a mujeres y las que lo hacían exigían un historial de campanillas) y que había sido amiga de otro serbio brillante: Nikola Tesla. Mileva era un coco con las matemáticas, no muy guapa y coja por culpa de una artritis. No es que tuvieran un flechazo precisamente. Fueron colegas durante bastante tiempo hasta que empezaron a escribirse (el "añádeme a tu whatsapp" de la época). Se convirtieron en novios pese a la oposición de la madre de Einstein que veía a Mileva demasiado parecida a su hijo: "ella es un libro como tú, deberías tener una mujer de verdad". A eso había que sumarle otro terrible obstáculo en su relación: Mileva tenía 4 años más que Einstein, una cifra ridícula en el 2015 y gigantesca en 1898 y demostración de la teoría de Einstein de que el tiempo es relativo. Tal y como repetía esa señora toda amabilidad que era la madre de Einstein "cuando tú tengas 30 años ella será una bruja".


Tampoco era tan fea...

Pese a todo, Albert y Mileva siguen su relación. Los dos son dos cerebritos con los mismos gustos y obsesiones y Albert está tan enamorado que allá por 1900 escribe a Mileva: "Estoy solo con todo el mundo salvo contigo. Estoy muy feliz de haberte encontrado, tan parecida a mí en tantos sentidos". En 1901 Mileva se queda embarazada. Otra cosa que a día de hoy daría bastante igual, y más si te has quedado embarazada de tu novio. Pero a principios del siglo XX es un escándalo, un motivo para que la expulsen a ella de la universidad y a él de la oficina de patentes donde acaba de conseguir trabajo. Así que Mileva hace las maletas y se va a Serbia a dar a luz, de estrangis. Tras un parto complicado, da a luz a Lieserl. Continúa su correspondencia con Einstein, que asegura amar a la niña pese a que ni siquiera la conoce. Aunque no se molestó en ir a conocerla. La niña fue dada en adopción (o murió, ahí la cosa no está muy clara) y Mileva volvió a Suiza junto a Einstein con quien, finalmente, se casó. Podría este parecer un final adecuado, aunque trágico... Pero la tragedia no ha hecho más que comenzar.

Mileva y su capacidad para las matemáticas vienen de perlas a Einstein en su desarrollo de la teoría de la relatividad. Por algo él nunca ha sido bueno en cálculo, aunque sí en pensamiento abstracto. Su correspondencia (los mails de la época) muestran que se refería a la futura teoría de la relatividad como "nuestra teoría". Mileva no sólo ejerce de ayudante, sobre todo ejerce de lo que tocaba, es decir, de madre, y ahora que ya está casada tiene dos hijos: Hans Albert en 1904 y Eduard en 1909.

Mileva y sus hijos, posando con esa alegría vital que caracteriza a las gentes de la Europa del Este.

Einstein publica la teoría de la relatividad especial en 1905 y poco a poco empieza a convertirse en lo que es hoy: un icono. Pero el segundo hijo de la pareja, Eduard, nace con problemas, padece retraso y esquizofrenia y Mileva se dedica en exclusiva a él.

Albert comienza en 1912 una relación con su prima Elsa Löwenthal. Otra moza que tampoco le hubiera gustado a su madre, porque era divorciada y madre de 3 criaturas. En las cartas que se escriben Einstein se refiere a su esposa con estas bonitas palabras "es una empleada a la que no puedo despedir. Tengo mi propio dormitorio y evito encontrarme a solas con ella". Elsa vive en Berlín y Albert, con todo su morro, quiere trasladarse ahí. En una escena que imaginamos digna de cualquier drama de Bergman, Mileva suplica quedarse en Suiza. Albert acepta continuar con ella, pero pone unas condiciones leoninas en su convivencia berlinesa:
  1. Deberás asegurarte de:
    • mantener mi ropa y la del hogar en buen estado.
    • servirme tres comidas en mi habitación.
    • mantener mi dormitorio y el estudio limpios, y debe quedar claro que mi mesa de trabajo es para mi uso exclusivo.
  2. Renunciarás a cualquier tipo de relación personal conmigo en la medida en que no sean estrictamente necesarias por razones sociales. En concreto, renunciarás a:
    • sentarte en casa junto a mi.
    • pasear o viajar juntos.
  3. Tendrás en cuenta los siguiente puntos:
    • no mantendremos relaciones íntimas, ni me reprocharás nada.
    • dejarás de hablarme si yo te lo pido.
    • abandonarás mi dormitorio o estudio inmediatamente, y  sin protestar, si te lo pido.
  4. Te comprometerás a no menospreciarme delante de nuestros hijos, ya sea con palabras o hechos.
(sacado del blog Historias de la historia)

Aún siguen juntos unos cuantos años más, hasta 1914, que Mileva coge sus bártulos y a sus hijos y vuelve a Suiza temiendo la llegada de la I Guerra Mundial. Einstein solicita el divorcio y éste llega en 1919. Curiosamente, hay una cláusula en el divorcio que reza que, de conseguir Einstein el Premio Nobel, la dotación de éste irá para Mileva.

El resto, en cuanto a Einstein, es historia. En 1915 publica la teoría de la relatividad general. Cosa que a los de letras nos suena a chino mandarín pero que es una cosa muy tocha, ¿por qué? Porque dio un vuelco al concepto de gravedad que se tenía desde la época de Newton. Gana el premio Nobel, huye de la Alemania nazi y se instala en los Estados Unidos donde aboga por el pacifismo (lo cual no deja de tener su guasa, ya que sus teorías sirvieron para construir la bomba atómica) y trabaja los últimos años de su vida en una teoría general que lo explique todo, pero todo, todo. Nunca la publica. Muere en 1955 convertido en algo que ningún otro científico ha conseguido nunca: tan famoso como una estrella de cine.

¿Y qué fue de Mileva?

Murió en Suiza en 1948, donde era una anónima profesora de clases particulares de física. Pero quizá no sepáis que Einstein le dio todo el dinero de su Premio Nobel, ¿por remordimientos?, ¿por pasar olímpicamente de sus hijos y criar como tales a los de Elsa, pero no a los que tuvo con Mileva?, ¿para compensar la ayuda inestimable de Mileva en la elaboración de la teoría de la relatividad?, ¿porque ella era, en realidad, tan autora de la teoría como él?, ¿porque ella lo exigió en su divorcio?, ¿porque le dio la realísima gana? No lo sabemos.

El caso es que Mileva se gastó todo ese dinero en la clínica psiquiátrica donde ingresó a su hijo esquizofrénico. No sé cómo Hollywood no ha hecho un biopic sobre ella ya, con la típica actriz guapa afeada gracias al maquillaje y dispuesta a ganar el Oscar.

lunes, 4 de mayo de 2015

Drama en el Trip Advisor

De los creadores de la burbuja inmobiliaria, la burbuja de las cervecerías La Sureña y la burbuja de las pizzas en porciones para llevar llega... la burbuja de los pastelitos.

Madrid está llena de cafeterías y pastelerías cuquis que han desterrado para siempre los croissants bañados en almíbar industrial y las palmeritas Codan duras como adoquines. Ahora los escaparates parecen obras de arte llenos de delicados macarons, exquisitos pasteles de fruta o tartas de zanahoria a las que dan ganas de pedir en matrimonio.

Los pasteles de Fonty están hechos con harina, huevo, azúcar, esencia de querubín y lágrimas de unicornio.

La competencia en el género de la gastronomía bonita es feroz y más cuando los clientes pueden opinar lo que les salga del toto en ese gran invento que es Trip Advisor. Ahora los restaurantes de tortilla congelada y paella recalentada de la Plaza Mayor no tienen escapatoria. No pueden confiar en engañar a los turistas que están de paso con la seguridad de que nunca más van a volver... porque esos turistas consultan el Trip Advisor y ya saben de qué restaurantes hay que huir como de la pólvora.

Para aquellos que usan internet sólo para consultar su correo y ya (que alguno habrá) os cuento que Trip Advisor es una página donde el usuario puede opinar y poner nota a hoteles, restaurantes, museos, atracciones varias... en definitiva a todo lo que uno hace cuando viaja (comer, beber, dormir, ver sitios interesantes). A más opiniones positivas más alto aparece el lugar en cuestión en el ránking y así el usuario que consulta la página puede decidir en qué hotel dormirá o en qué restaurante comerá basándose en las críticas ajenas. Para opinar uno simplemente tiene que darse de alta y elegir un nombre de usuario y una contraseña. ¿Y eso qué significa?, ¿que es todo súper democrático? ¡No! Que deja la puerta abierta para que la competencia te ponga a caldo.

Y así acaba desatándose el drama en Trip Advisor, con dueños obsesionados dispuestos a rebatir cualquier opinión adversa para defender así su privilegiada buena posición en el ranking de Trip Advisor.


Así está el dueño de Fonty, una pastelería muy cuqui de Retiro, obsesionado con Trip Advisor y contestando, personalmente, a todas las opiniones. Con las buenas gasta un par de líneas y muchos agradecimientos. Con las malas derrocha ingenio y mala baba.

El dueño de Fonty tiene una cruzada personal contra los clientes con niños pequeños, a los que pretenden cambiar de pañal ahí, en medio de las tartaletas y cuyos cochecitos no dejan pasar a los demás:

Cuando un cliente se queja porque considera que el menú del día es escaso, el dueño de Fonty (al que a estas alturas ya imaginamos tecleando con rabia, mientras masculla cosas ininteligibles para sí mismo) le suelta que es una pena que no le guste el menú y que vaya mejor a otros sitios como Alkalde donde se podrá tomar "un vaso de agua por 12 euros".

Cuando un cliente critica la mala educación de los camareros, el dueño de Fonty contesta que "la hostelería es un arte y no un servicio de guardería" y que vaya a "otras opciones, muy buenas, el McDonald's es la mejor para usted".

Cuando un cliente se queja por todo (un bollo chicloso, niños ruidosos, demasiada gente) nuestro hombre enfadado le dice "sentimos que el ruido te aturda, que haya tanto lío, tanta gente, tantos perros feos, tantos niños malos, sentimos que todo te haya realmente hecho sufrir tanto". 

En este debate que ni "Sálvame diario", también opinan antiguos trabajadores de Fonty, que se hacen pasar por otras personas para dar una mala crítica pero... ¡ja! eso no engaña al dueño, que los caza al vuelo y los acusa de preferir trabajar en negro en discotecas.


Y vosotros, ¿pensáis que el dueño de Fonty ha perdido el norte y un día de estos saldrá en las noticias por haber lanzado pastelitos contra una clienta y su bebé al que ha osado cambiar ahí en medio del salón?, ¿o simplemente es alguien que ama tanto lo que hace que se siente profundamente ofendido ante cualquier crítica?, ¿cuándo vamos a Fonty?