miércoles, 30 de octubre de 2013

Casper, Ocean's Eleven a lo cañí

Si existiera un Record Guinness dedicado al lumpen, Ángel Suárez Flores ocuparía los primeros puestos. O al menos en España. Ángel Suárez es el hombre que ha participado en los robos más grandes. Nada de hurtos en el metro a guiris despistados que ojean la Lonely Planet. Ángel pronto es bautizado como Cásper, por su tez blanca, su calva y su capacidad para esfumarse y librarse siempre de ser detenido. Supongo que le bautizó esa misteriosa facción de la policía que se dedica a nombrar las operaciones policiales.

Finales de los años 80. En esa época Cásper se rodea por una banda en la que, como en Ocean's Eleven, cada uno tiene su función:
“El paralítico”, llamado por ir en silla de ruedas (serían buenos robando, pero poniendo motes iban a lo obvio) era experto en sistemas de seguridad y en desactivar alarmas.
Ortega era el encargado de manejar la cabeza de diamante, el aparato usado para abrir la pared y hacer el butrón, pero también se encarga de manejar la lanza térmica, otro aparato usado para abrir cajas fuertes.
Igualico que en Ocean's Eleven, pero sin nadie que se parezca, ni remotamente a Brad Pitt. A Casper, siendo un poco generosos, le podemos echar un aire a Michael Chiklis, Vic MacKey en "The Shield". Así que si la HBO quiere adaptar su vida, lo tiene bien fácil:
Aunque a quien de verdad se parece Casper es a Coto Matamoros.
La banda de Casper se esmera y lo da todo en un butrón millonario a un banco en Yecla. Rápido, limpio, todo muy bien, si no fuera porque Ortega deja sus huellas dactilares en uno de los coches que usaron y lo detienen. A Casper no, no hay pruebas y Ortega no habla ¿Y a quién contrata Casper para defender a su socio? Pues a Rodríguez Menéndez, que en el hampa todos se conocen. Pero Rodríguez Menéndez no es popular ni entre el lumpen y Laura, la joven, rubia y reciente mujer del abogado contrata a uno de los hombres de Casper, un tal Ignacio Rocha, para cargárselo. Casper va a juicio acusado de encubrimiento. Laura y Rocha van a la cárcel pero Casper, as usual, se libra.
Para blanquear el dinero conseguido en el robo en Yecla, Casper tira de “el enano afortunado”, que es como se llama una administración de lotería. Allí se entera del número premiado, lo compra, y ya tiene una base con la que probar el ingreso súbito de un dineral. Un método que otros famosos ladrones, como Carlos Fabra, también han usado.

Como un deportista de élite, que una vez conseguido un récord necesita batir otro, Casper prueba con algo nuevo: el mayor robo de obras de arte. En concreto, la colección de Esther Koplowitz. Se camela al guardia de seguridad, y vuelve a ejecutar un golpe rápido y limpio... ya tenía comprador y todo, pero el atentado de las Torres Gemelas y el aumento de la seguridad en los aeropuertos da al traste con la operación y Casper tiene que guardar los cuadros de Sorolla, Juan Gris y Goya en un puticlub.
Sapieha, su hombre de confianza en este robo, y él, se reúnen con un supuesto comprador en un hotel. El supuesto comprador resulta ser la policía y como es Sapieha quien tiene la reunión personalmente, mientras Casper espera en recepción, Casper vuelve a librarse y sólo pasa en la cárcel un año. Sapieha sí que pasa unos cuantos años en la trena, que aprovecha para estudiar derecho y, según dijo en esta entrevista, escribir un libro. No lo he encontrado en San Google Que Todo lo Sabe, así que aprovecho este modesto blog para pedir a los editores que se enrollen y publiquen el libro. Sapieha dice estas lindezas de Rodríguez Menéndez:
Algunos abogados utilizan la toga para delinquir. Ése es el caso de Rodríguez Menéndez. La idea del robo surgió a través de él. Quería que robara a un amigo suyo que tenía una importante colección de pintura en un chalé de La Moraleja de Madrid. Era un tema con violencia y yo no trabajo de esa forma. Después él sabía que tenía unos cuadros robados y me buscó comprador. Más tarde intentó sacarle a Esther Koplowitz 4.000 millones de pesetas por la devolución de los cuadros cuando ya habíamos acordado 2.000. He conocido todo tipo de basura en el mundo, pero éste es la peor persona que me encontrado.


Casper sigue buscando batir récords y opta por donde está el dinero de verdad: la droga. Así que empieza a dedicarse a los “volcados”, es decir, robar a los narcos. Como Omar, de The Wire, pero en plan modesto, a su estilo, y roba 2.000 kilos de cocaína, 50 millones de euros, a la mafia colombiana.

Por la banda de Casper, a lo largo de 30 años, pasan unas 200 personas, todas con unos motes elaboradísimos: “el belga”, “el búlgaro”, “el informático”... Unos expertos en butrones, otros en sistemas de seguridad, otros en transporte. Quizá, vista la habilidad de Casper para organizar grandísimos robos penséis que es un tipo elegante, un ladrón de guante blanco a lo Cary Grant en "Atrapa un ladrón", pero como que no. Tres de los hombres de la banda de Casper (Ortega, el Manzas e Iván Liébana) mueren asesinados. Liébana era el experto en secuestros y palizas, se encargaba de secuestrar y amedrentar, bate de béisbol mediante, a los que debían dinero a la banda. Se sospechaba que Ortega quería dejar la banda y actuar por su lado. Los tres mueren a tiros, el Manzas tiroteado frente a su familia. Ninguna de las tres muertes está resuelta. Llamadme mal pensada, pero parece cosa de Casper...

Tras el gigantesco robo a la mafia colombiana, la policía por fin detiene a Casper y su banda. En su refugio de El Casar, Guadalajara, encontraron todo esto (tomad nota por si queréis ser butroneros de mayores):
Varillas de lanza térmica, dos botellas de oxígeno y 3 de acetileno, una fresadora, un gato hidraúlico, soplete, radiales y una máquina de corte de plasma técnica.
Mientras vais al Leroy Merlín a comprar todo lo necesario para hacer un butrón en la joyería Suárez, os cuento que "Lo último que hago para el Notodo" se proyecta, este viernes, en el festival de Medina del Ríoseco.

miércoles, 23 de octubre de 2013

David Lynch te quiere ayudar


Maggi no te quiere ayudar. David Lynch, sí.
El moderneo madrileño ha estado súper entretenido. La visita de David Lynch a la capital del Reyno de la semana pasada ha reunido a hipsters, famosos de la farándula y gays con el pelo cortado a lo tazón con un único fin: adorar a Lynch sobre todas las cosas. El festival Rizoma lo traía durante sólo dos días, pero qué dos días, oigan, repletos de actividades. Todas a un módico precio:

Charla de David Lynch sobre cine y meditación trascendental, 25 euros. 
Fiesta David Lynch con consumición incluida, 20 euros. 
Cena con David Lynch, 150 euros.
Que lo mismo es próximas ediciones dan un paso más en la experiencia David Lynch y organizan la velada íntima: sexo con David Lynch, por 3.000 euros.

Os preguntaréis porqué la charla de Lynch trataba sobre meditación trascendental y no sobre sus películas, o sobre de qué va "Carretera perdida". Y el motivo es que Lynch es un apasionado de la meditación, de la que dice cosas como que: 
es la técnica que nos permite acceder a la felicidad, al entendimiento, a las llaves del reino que están en nuestro interior. Y cuando acabas te sientes rejuvenecido, las ideas fluyen, la creatividad crece gracias a este océano ilimitado, eterno e inmutable de conciencia que está dentro de ti.

Y en su libro "Atrapa al pez dorado", afirma que: 
Llamo a esa depresión y rabia el Sofocante Traje de Goma de Payaso de la Negatividad. Es sofocante y la goma apesta. Pero en cuanto has empezado a meditar y bucear, el traje de payaso comienza a desintegrarse. Al final te das cuenta de lo pútrido que era el olor cuando empieza a desvanecerse. Luego, al disolverse, te sientes libre.

Tanto le ha cambiado la vida este tipo de meditación, que Lynch ve el mundo con otros ojos y dice cosas como que, si un atracador de bancos se encontrara con que una de sus víctimas practica la meditación trascendental, el meditador miraría a los ojos al ladrón y éste se daría cuenta de la magnitud de lo que está haciendo, de todos los errores de su vida que lo han llevado a atracar bancos y acabaría abrazado a su víctima, llorando.

Tanto le ha cambiado la vida la Meditación Trascendental (a partir de ahora en mayúsculas), que ha fundado la David Lynch Foundation for consciousness-based education an world peace. Traducido: Fundación David Lynch para la educación basada en la consciencia y paz mundial.

Tanto le ha cambiado la vida la MT que se pasea por el mundo dando conferencias y recaudando fondos, a veces acompañado de un tipo con corona de oro que quiere abrir una universidad de la Meditación Trascendental en Alemania:
El edificio de la futura universidad de la meditación trascendental me recuerda mucho a la iglesia de los mormones de Moratalaz.

En su charla, Lynch insistió mucho en meditar en condiciones, con la escuela oficial, la que sigue las enseñanzas de Maharishi Mahesh, el yogui de las estrellas, que enseñó a meditar a los Beatles, al cantante de Beach Boys, a Clint Eastwood... La única escuela oficial de la Meditación Trascendental en Madrid ofrece sus servicios por un precio muy módico, unos 500 euros el taller de 10 horas. Aunque los precios son flexibles, dependiendo de tu nómina. A más nómina, más sablazo.

Pero la MT no sólo huele a chamusquina por sus precios desorbitados y por esa obsesión por el blanco y el oro que tienen todas las sectas. John Lennon acabó tan mal con Maharishi Mahesh que le dedicó una canción. Y la Redune (asociación para la prevención sectaria) considera a la MT como un grupo coercitivo, es decir, una secta, pero dicho de manera fina y políticamente correcta. Y allá por los 90 la MT se presentó a las elecciones europeas mediante el partido de la Ley Natural:



Así que resulta que David Lynch es el nuevo Tom Cruise.

Pero la experiencia Lynch no acabó con su charla sobre lo guay que es meditar trascendentalmente.

Durante su estancia se le agasajó con dos cenas. Una privada, la otra pública (siempre y cuando pagaras 150 euros). La cena privada la organizaba la firma de lencería de lujo Lilly Blossom, y reunió a Lynch con un grupo de famosos patrios de lo más variopinto: Goya Toledo, Ray Loriga, Rossy de Palma, José Corbacho, David Delfín...:


La fiesta David Lynch era la actividad más barata, sólo 20 euros... ¡con consumición! Así que ahí estaba yo, en la sala de baile del Círculo de Bellas Artes, rodeada de gays modernos con pantalones pitillo, pensando en pedirme un Matusalén con coca cola... hasta que el camarero me dijo que la consumición incluida en la entrada era cerveza.  

Con mi cerveza en vaso de plástico me aposté al lado de unos cortinones de terciopelo que separaban la fiesta David Lynch de la cena David Lynch. Una chica de la organización, aburrida ya de controlar a los gays con mocasines que querían asomar la cabeza a través de los cortinones, para ver a Lynch cenando, me dijo que el menú tampoco era nada del otro mundo, consistía en:

Entremeses variados (loncha de choped, loncha de jamón york, loncha de jamón serrano, loncha de chorizo de Pamplona, fritos variados y la clásica ensaladilla rusa).


Pollo asado con patatas.
Postre: flan de la casa.
Para beber: vino con gaseosa o cerveza.

Tras la cena, Lynch y su eterno tupé con canas se asomaron por las cortinas de terciopelo. Un tipo de la organización les hizo a ambos un par de fotos y David desapareció rápidamente. Supongo que tenía que irse corriendo al Ritz a meditar. Los demás nos quedamos en su fiesta. Hubo un momento en que vi una cola en un sitio que no era el baño, y allá que fui. La cola era en la entrada del teatro contiguo a la sala, para ver una especie de espectáculo o happening o performance. El público entraba, se sentaba, cerraban las puertas y entonces veías que había algunos personajes extraños por ahí sentados: un señor gordo de mediana edad abanicándose en una esquina, un hombre vestido de mujer con un traje de lentejuelas que bailaba en un palco... luego entraron dos chicas que eran las versiones de andar por casa de las protagonistas de Mullholand Drive (más que nada por que una era rubia y la otra morena), se pasearon por el teatro arriba y abajo, se abrazaron un par de veces, miraban a un lado y a otro con cara de susto, luego se les sumó un tipo vestido de traje con pajarita y con bigote fino, luego abrieron las puertas del teatro y luego todos salimos. Más o menos con la misma cara con la que se sale del cine después de ver "Cabeza borradora".

Y así, amigos, fue la Lynch experience de la semana pasada. Ahora bien, de toda la información que he dado, una sola cosa es falsa: ¿el menú de la cena?, ¿los precios del curso de meditación trascendental?, ¿la anécdota del atracador de bancos?, ¿el partido de la Ley Natural?, ¿nada?, ¿todo?

Al primero que acierte, de premio, un mechón del pelo cano de David Lynch.

En otro orden de cosas, este viernes, en el festival Moralcine, de Moralzarzal, se proyecta "Lo último que hago para el Notodo".

miércoles, 16 de octubre de 2013

Consejos de autoayuda para cortometrajistas en apuros

El 10 de agosto del año 1557, día de San Lorenzo, el reino de España invade Francia en respuesta a los ataques de los franceses en Nápoles, en esa época parte del reino español. Se produce la famosa batalla de San Quintín, que  Felipe II gana y él, de subidón, celebra la victoria encargando la construcción de El Escorial.

La planta del Escorial es cuadrada al estilo parrilla, porque en una parrilla es donde se hizo el martirio de San Lorenzo. Felipe II era un tío alegre.

Tres arquitectos y 22 años más tarde, se acaba la obra del monasterio del Escorial. De ahí el dicho popular que dice que algo cuesta más o ha llevado más tiempo que la obra del Escorial. Nada en comparación con lo que cuesta sacar adelante un corto.

Nosotros rodamos un cortometraje titulado "La leonera" en marzo del año pasado. Y no es hasta hoy que puedo decir, de verdad, que está acabado. Ni las pirámides de Keops, oiga.

Heródoto calculó que la pirámide de Guiza se había construido en 20 años de nada.

¿Por qué Terrence Malick tardó 20 años en hacer la siguiente película después de "Días del cielo"? Se dice que el presupuesto se disparó porque Malick estaba empeñado en grabar toda la película en las horas del atardecer o del amanecer. Que el rodaje se retrasó porque al poco tiempo de empezar a rodar tiró el guión y dijo a los actores que improvisaran. Que Malick era tan perfeccionista que pasó más de dos años con el montaje. Claro, después de todo esto, los estudios no se fiaban de Malick y él estaba agotado, necesitaba descansar. Pero no fueron esos los motivos que llevaron a Malick a dejar el cine durante 20 años (¿a qué se dedicó todo ese tiempo?, ¿puso un bar?). La auténtica razón fue que no tenía ni malditas las ganas de repetir la experiencia. Y no me extraña.



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Los rodajes son intensos, se madruga mucho, se hacen horas extras, se come deprisa y a veces hasta mal... Pero no es, ni mucho menos, la mayor fuente de problemas de un cortometraje. Por eso, cortometrajistas que hayáis llegado hasta este blog, os ofrezco una lista de consejos. Prácticos y sencillotes, a lo libro de autoayuda. A ver si así vosotros conseguís lo que yo no he conseguido: que vuestro corto no se eternice como la obra de El Escorial.

1. Cuando estés en la fase de casting, busca el contacto directo del actor que te interese. Los representantes están entrenados para decir que no a los cortos. Y te sorprenderá (para bien) la cantidad de actores que están dispuestos a leerse el guión de tu corto, y que además te contestarán en un plazo de tiempo razonable.

2. Cómprate una memoria portátil con mucho espacio libre. Y guarda en ella tanto los brutos del corto como el master. Guardalos también en tu portátil porque todos los ordenadores, alguna vez en su vida, acaban estallando. Y creedme, los mac también.
3. Cuando un técnico te dice que va a hacer algo en un plazo determinado de tiempo, (da igual que sea el montaje de sonido, el etalonaje o bailarte una sardana) y no sabes nada de él durante una semana, vuelve a llamarle, escribirle y dejarles mensajes de voz, porque no ha empezado a hacer nada y probablemente hasta ha olvidado qué era lo que tenía que hacer. Es normal, le ha salido un trabajo y tú no le pagas.


4. Si un actor te dice que un día puede rodar, porque el día antes tiene un bolo, pero le da tiempo, significa que el bolo es en Murcia y va a llegar a rodar de empalmada. Encontrar a un actor que te guste y que diga sí al proyecto no es difícil. Lo difícil es cuadrar sus fechas con las del proyecto.

5. No montes pollos. No sirven para nada y sólo te dejan con una sensación de rara culpabilidad judeocristiana en el fondo del estómago. La mayoría de las veces que las cosas no salen como uno espera no es por incompetencia ajena, ni por pasotismo, sino por desconocimiento, mala suerte o equipos en mal estado, porque los equipos de sonido, como los mac, también petan, y esto también lo sé por experiencia.

6. Por último, y más importante: si hay algo, lo que sea, de lo que te puedas ocupar tú personalmente, ocúpate tú. Ojo, que no estoy diciendo que os lancéis a ser actores/guionistas/productores/biólogas a lo Ana Obregón. Pero si confiar en que el productor va a ocuparse de mover el corto por festivales significa que el corto, al final, no se vea ni el festival de tu pueblo, es mejor que seas tú mismo quien se ocupe de eso. 

Aún habrá que esperar un tiempo a que "La leonera" se estrene en algún festival. Mientras tanto, los que estéis por Navarra podéis ver "Lo último que hago para el Notodo" en el festival Alternatif de Pamplona, hoy mismo a las ocho de la tarde.

jueves, 3 de octubre de 2013

Hail the king

Tranquilos. Podéis leer este post sin temor a ningún spoiler. Porque sí, he visto el final de Breaking Bad, y voy a hablar de ella, pero sin adelantar absolutamente nada del contenido de los últimos capítulos. Soy así de maja.


Hablábamos hace nada (aquí, sin ir más lejos) de lo decepcionante y habitual que era un mal final en una buena serie. Por alargar en exceso, por marear la perdiz, por caer en tópicos o por caer en el ridículo. Pero Breaking Bad ha conseguido mantenerse ahí donde ha estado siempre: arriba.

Mas allá de las argucias de su protagonista para mantenerse en el negocio de las drogas, más allá de tener un estilo y un mundo propio, incluso más allá de las lecciones magistrales de interpretación que regalan sus actores... la serie es el ejemplo perfecto de lo que consigue la buena ficción: tenerte ahí enganchada mientras vives la vida de otros. Una vida que tú nunca vivirás. Porque no eres un rey de la metaanfetamina, ni matas zombies a cascoporro, ni vas a rescatar a tu hermano de prisión. Eres funcionaria, becario o parada. Vamos, lo típico.

Una buena historia te ayuda a vivir eso que tu conciencia no te dejaría. Pruebas durante 50 minutos, una hora y pico con anuncios, a ver cómo sería eso de ponerle los cuernos a tu marido con el jardinero joven y cachas. O, ¿por qué no? pruebas algo todavía más salvaje, algo que jamás harías, que te repugna. Pruebas a ver cómo sería matar gente, traficar con droga y ganar millones con ello.

Y acabas comprendiendo a Walter White. Porque él no se ha convertido en capo para  conseguir dinero para su familia. Ni porque esté enfermo de cáncer y ya le dé todo igual. Ni porque una vez que entras en ese mundo ya no se puede salir. Comprendes a Walter porque él era un profesor de química sin suerte en la vida hasta que descubrió su buena mano para cocina metaanfetamina. Descubrió que era el mejor. Y ser el mejor en algo engancha.

Yo lo pienso cada vez que voy a mi clase de ballet y me encuentro con una alumna nueva que dice que ella no ha bailado nunca, pero se le quedan los pasos a la primera, es elástica y tiene un empeine en el pie que ni te cuento. Pienso: qué bonito debe ser tener un talento innato para el baile. Y luego pienso: qué torpe soy. Y luego pienso: los cojones tú no has bailado antes, guapa.

Pero a lo que íbamos, trabajar en una serie tan llena de talento tiene que ser un gustazo. Pero es que, además, parece que mientras creaban un clásico de la televisión actual se lo han pasado pipa:

 Bryan Cranston y Aaron Paul (protagonistas de la serie) lamen la tarta con la cara de Vince Gilligan (creador de la serie).

En España también se suelen organizar fiestas de fin de rodaje o, en el caso de las series de televisión, de comienzo de temporada. El día que se estrena la nueva temporada, fiestorro.

Pero lo habitual, aquí y en Constantinopla, es que en las fiestas se monten grupitos: maquillaje, peluquería y vestuario por un lado, los realizadores y las actrices por otro, editores y guionistas en casa, porque nadie les dijo que había fiesta... Vamos, como pasa en cualquier trabajo. Porque eso que dicen todos en los making of, que si "éramos como una familia", que si "yo te admiro mucho", "pues yo a ti más", suele ser mentira. En los rodajes se madruga demasiado, se trabajan horas extras y la comida suele estar malísima. El buen rollo se guarda para las entrevistas que formarán parte de los extras del deuvedé.

Pues bien, el equipo de Breaking Bad no sólo tiene talento para exportar a todo el mercado asiático, también se llevan bien entre ellos. En sus fiestas lo dan todo disfrazándose de personajes de la serie.

Aquí Aaron Paul disfrazado de pollo y Bryan Cranston disfrazado de Héctor Salamanca.

Y seguro que producción encargó un catering en forma de gelatina azul, igualita a la metaanfetamina antes de ser cortada. Que yo veo estas fotos y me entran unas ganas locas de organizar una fiesta temática en casa, y de convencer a mis amigos para que nos disfracemos de los personajes de Breaking Bad. No sé si pedirme Lydia Rodarte-Quayle, que es fácil, o disfrazarme del insecto de Vamonos Pest, la empresa de pesticida que Walter White usa como tapadera para su laboratorio de metaanfetamina:

Si me decido por el disfraz de insecto, llamo a Bryan Cranston a ver si me presta el suyo.

Pero luego me lo pienso mejor. Me acuerdo de esos domingos de resaca post fiesta con el salón pegajoso por culpa de las copas que se han caído al suelo y la cocina llena de vasos de plástico con restos de ron y con colillas dentro (amigos que fumáis, usad los ceniceros), y lo dejo para otra ocasión. O mejor, para otra casa.

Y vosotros, ¿ya habéis visto el final de Breaking Bad?, ¿organizamos una fiesta temática de series?, ¿alguien ofrece casa para la fiesta?