viernes, 25 de mayo de 2012

Señoras que pierden los papeles por Raphael


Por 25 pesetas cada una, cosas emocionantes que ponen los vellos de punta como, por ejemplo: el David de Miguel Ángel, 1, 2, 3, responda otra vez:


El David de Miguel Ángel
Michael Fassbender vestido de época en “Jane Eyre”
Cambiar de compañía telefónica a la primera y sin errores de facturación
Encontrar una ganga auténtica en rebajas
Michael Fassbender vestido de nada en “Shame”
Ver a todo un teatro en pie aplaudiendo.

Tolón tolón, tolón, campana y se acabó.

Cabrían más respuestas, sí, pero en algún momento hay que empezar el post.

Pocas veces se puede a ver todo un teatro en pie, aplaudiendo. Yo sólo lo he visto tres veces, dos, en realidad. Una en el Teatro Real, con el “Tosca” dirigido por Nuria Espert y como estaba en la típica butaca arriba del todo, y con visibilidad reducida, no estoy muy segura de si todo el mundo esta en pie o no. Otra vez fue en el Valle Inclán, con “Urtain”, todos estaban de pie, menos mis amigos y yo, porque no nos pareció para tanto y decidimos ponernos farrucos. Se notaba tanto que éramos los únicos sentados que Alberto San Juan miró mal a mi amigo Escri. O eso dice él. Que lo mismo simplemente estaban teniendo un duelo de miradas de macho alfa.

La única vez en la que todo el teatro, y todo es todo, porque las localidades estaban agotadas, estaba de pie, rendido, aplaudiendo y jaleando ha sido en el concierto de Raphael este lunes, en el teatro de la Zarzuela.

La cosa ya prometía desde el primer minuto:

19.58, termina de entrar el público, en las escaleras veo a tres generaciones de la misma familia juntas: una chica de unos 16 años, señora de cuarentaybastantes, y una anciana venerable.
20.01, teatro lleno, en el tercer piso, zona de visibilidad reducida, un grupo de mediana edad comenta que es una vergüenza que se pongan a la venta entradas tan malas, que en el teatro de la Zarzuela se ve mal, y que otros sitios son mejores, porque cuando ellos fueron a ver a Miguel Poveda en el Español, se veía mucho mejor, vamos, dónde va a parar.
20.05, Suenan los acordes de “Mi gran noche”, el grupo se calla y empiezan a oírse gritos. Raphael sale a escena y una señora con pinta de profesora de instituto sentada delante de mí se pone de pie llevada por un resorte invisible, se dirige a la barandilla y baila al lado del operador de luces.
20.06, a la profesora de instituto se suma una chica folclórica, de veintipocos, con parecido a Anabel Pantoja (la sobrina de ídem) y una horquilla con forma de mariposa plateada en la cabeza. La chica se agacha entre el de luces y la barandilla y hace fotos.
20.10, El grupo de visibilidad reducida primero farfullamos un poco y luego iniciamos una pequeña revolución y convencemos a la profesora y la folclórica para que se aparten un poco.
20.15. La folclórica vuelve a su sitio. La profesora de instituto ve que hay un asiento libre en la primera fila de nuestro piso y allá que se va. Yo me pongo en su asiento así que cuando Raphael está en la parte más a la izquierda del escenario le veo. Llevo prismáticos, y la señora que tengo al lado también.

El señor mayor allá a lo lejos sentado encima de un taburete es Raphael.

Mientras en la zona de visibilidad reducida jugamos a las sillas, en el escenario Raphael dice unas palabras sobre su compositor favorito, Manuel Alejandro, con el que ha vuelto a trabajar en su último disco. Dice que le debe estar donde está y que espera seguir trabajando con él en el futuro. Los fans de la zona de butacas aplauden hacia un punto de los palcos. No entiendo porqué hasta que Raphael señala también hacia ese mismo punto y Manuel Alejandro, trajeado y con cara de “ay qué vergüenza más grande” se levanta y saluda.

Componer canciones debe ser tan desagradecido como escribir guiones. En los dos casos uno trabaja solo. En los dos casos lo que se haga después con tu guión o partitura puede convertir tu trabajo en una boñiga de vaca. Y en los dos casos es raro recibir algún tipo de reconocimiento público. Pero es que Manuel Alejandro se lo merece, ha escrito las mejores canciones de Raphael, como este himno a la belleza y el optimismo que es “digan lo que digan”:

Más dicha que dolor hay en el mundo
más flores en la tierra que rocas en el mar
hay mucho más azul que nubes negras,
y es mucha más la luz que la oscuridad.
Digan lo que digan,
digan lo que digan,
digan lo que digan los demás.
Son muchos, muchos más los que perdonan
que aquellos que pretenden a todo condenar.
La gente quiere paz y se enamora
y adora lo que es bello nada más. 
Digan lo que digan…

También compuso las mejores canciones de ese género que suena a rancio y hortera y que es la canción ligera.  Escribió “Señora” , “Ese hombre” y “Lo siento mi amor” para Rocío Jurado , “Lo mejor de tu vida” para Julio Iglesias, el disco de Jeannette “Soy rebelde”, que ha envejecido tan bien que a día de hoy se siguen haciendo versiones de sus canciones, a mí me vuelve loca esta del Hombre Burbuja, de “frente a frente”.
"Ahora" no es de Manuel Alejandro, es de Bunbury
El concierto continuó con Raphael intenso y entregado como siempre, y su público a la altura, cantando los estribillos de horteradas como “maravilloso corasssón, maravilloso” o “escándalo”, gritando de emoción cuando Raphael hacía como que bailaba  y lanzando gritos desaforados de “no te vayas nunca”, “artista”, “guapo” o, como decía la chica folclórica: “¡qué arte, hiho!”.

La traca final llegó con “Yo soy aquel”, que estableció una especie de diálogo entre Rapahel y sus fans. Él cantaba “estoy aquí para quererte” a su público, recalcando el aquí mientras señalaba el escenario y ellos respondían cantándole “estoy aquí, aquí, para adorarte” y le señalaban a él al decir “adorarte”. No creo que exista público (fans de Justin Bieber aparte) tan entregado y tan leal a lo largo de los años. Quizá el de Isabel Pantoja, que es capaz de escribir comunicados a los medios quejándose de la injusticia del enjuiciamiento de la Panto.

Después de "yo soy aquel" todo el teatro, de pie, despedimos a Raphael. 


Es el segundo concierto suyo al que voy y al próximo me pido zona de butacas, rodeada de los fans acérrimos, que eso tiene que ser toda una experiencia sociológica. Y vosotros, ¿habéis visto alguna vez a todo un teatro en pie, entregado?

jueves, 17 de mayo de 2012

La decadencia de Occidente


A veces una está cultivando su lado frívolo tan ricamente cuando algo le sacude y le cabrea. Suele pasar ojeando el Hola. Estás tú tan a gusto criticando la casa total look en blanco de Celine Dion, pasas una página y te encuentras con el especial de 11 páginas de Carmen Martínez Bordiú y su hija en Dubai y te sale tu Pepito Grillo particular indignado con la nietísima, con los viajes pagados gentileza Hola (y los que compramos el Hola), y con la exaltación del lujo más hortera.

Ayer me pasó visitando el Trendencias, cuando vi esta entrada sobre los visitantes ilustres al desfile de Chanel en París. Una colección de gente que, como Carmen Martínez Bordiú, no se merecen el lugar que ocupan.

Por ejemplo: Alice Dellal, una niña bien cuyo mérito principal para acaparar portadas, campañas de publicidad e invitaciones a eventos es haberse rapado media cabeza. Y demuestra el axioma por el que toda moda tirada, con el suficiente tiempo, acaba en las pasarelas: pasó con el palestino de la kale borroka, con los rotos de punky, con los pantalones ceñidos de los heavies, y ahora con el rapado de chica okupa. En tres meses se ponen de moda los pantalones hippies de mercadillo del típico perroflauta.

Al grupo de gente cuyos méritos se reducen a un corte de pelo se suman los que sí han hecho méritos, pero por el camino se han quedado un poco p'allá.  Karl Lagerfeld, a base de tanto roce con las modelos, se ha contagiado. 

Ahora es un ex gordo que, como Saulo, se ha caído del caballo, ha visto la luz, y se ha convertido en defensor acérrimo de la delgadez. Ha sufrido lo que se puede llamar un Mercedes Milá, ex fumadora reconvertida en talibán del antitabaquismo.

Tanta tontería, además de atraerme con una mezcla de morbo, repulsión y risa a partes iguales, me recuerda a esta maravilla del cine y la literatura: “Las amistades peligrosas”. Si nos olvidamos de su historia principal; el triángulo entre la Marquesa de Merteuil, el vizconde de Valmont y Madame de Tourvel, “Las amistades peligrosas” habla de algo más, detrás del juego de seducción, poder y mala baba entre los personajes, se habla de una sociedad. La del Antiguo Régimen previa a la Revolución Francesa, con unos pocos aristócratas que vivían de las rentas y, por hacer algo, se dedican a intrigar, putearse y desvirgar a jovencitas así a lo loco. En el siglo XXI, las nuevas aristócratas son las it girls.

Se dijo del siglo XVIII que cuando los peinados crecían, caían los gobiernos:

Ahora no se llevan las pelucas, pero sí los tocados:

Si es cierto eso de que la moda es un termómetro de la sociedad, la tendencia de los tocados significa que a nuestra sociedad, como a la del Antiguo Régimen, le quedan cuatro telediarios.

La mayoría no lo sabemos, porque no lo catamos, pero vivimos en una sociedad decadente, hastiada, derrochona y frívola, similar a la de la Marquesa de Merteuil. Es el mundo de las casas del Hola, los front rows de los desfiles, los edificios de Calatrava que siempre cuestan mucho más de lo presupuestado, Marina D'Or, ciudad de vacaciones o las islas artificiales y los rascacielos de Dubai.
¿Dubai? No, Marina D'Or.

Y la verdad, no me parece tan mal que le quede poco tiempo a ese mundo. Que esto suena muy antisistema y ya se sabe que antisistema es lo peor que te pueden llamar, pero ¿tan terrible es plantearse que hay cosas que deben cambiar de raíz? Y ya no hablo sólo de una ley de transparencia operativa, de una ley electoral más representativa o de una Unión Europea eficaz. Que yo de todo eso sólo entiendo algún artículo muy de vez en cuando, y ya. Hablo de algo de puro sentido común, ¿por qué la economía tiene que crecer siempre?, ¿por qué los hijos deben vivir mejor que sus padres?, ¿por qué se supone que debes tener un mejor coche a los 40 que a los 30?, ¿por qué esta obsesión por comprar más cuando la tecnología hace mucho que ha creado bombillas y medias irrompibles? Los propios economistas dicen que todo son rachas y que para crecer también hay que pasar crisis.  A largo plazo el crecimiento global es totalmente insostenible, nos cargamos los recursos, generamos demasiada basura e implica traumáticas crisis. Pues paremos un poco. Echemos el freno.


¿Marina D’Or? No, Dubai.

Y vosotros, ¿qué pensáis?, ¿vamos a acabar en una sociedad apocalíptica a lo Mad Max?, ¿esto sólo es una mala racha y en unos años en vez burbuja inmobiliaria habrá burbuja de smartphones?, ¿como dice Ana Botella, el 15M se ha desinflado?, ¿como dice Krugman, habrá corralito en España?

jueves, 10 de mayo de 2012

El túnel del tiempo del H&M

Dejad de jugar al Apalabrados en vuestros Smartphones, de apuntaros a cursillos para aprender a hacer cupcakes o de bajaros la última temporada de "The killing". Nada de todo eso existe en realidad, porque no estamos en el 2012, no os engañéis, estamos en 1994.

No lo digo yo, lo dice el H&M:


Look ideal para ir al concierto de Technotronic en la sala Apolo.

Esta foto la hice antes de ayer en el escaparate del H&M de Preciados, momento en el que ha debido abrirse un agujero espacio temporal (en Regreso al futuro se hacía con un coche, en el 2012 los agujeros temporales los hacen los escaparates del H&M) porque también he visto a Jon Secada y a los Inhumanos actuando en la tele. Y cantando "otro día más sin verte" y "me duele la cara de ser tan guapo", ¡pero es que también he visto a Ramón García presentando un concurso! 

Asustada estoy, ¿qué será lo siguiente?, ¿volverán a protagonizar grandes éxitos taquilleros Steve Gutenberg y Kelly MacGillis? ¿Sacarán nuevo disco Nick Kamen o Martika? ¿Volverán a abrir el Sepu?, ¿y el Madrid Rock?

Está claro que todo vuelve, más que nada porque es más fácil reciclar que partir de cero pero, ¿en qué punto da ese salto extraño nuestro cerebro por el que lo que antes era una grandísima horterada de repente se convierte en algo entrañable y encantador?

Nochevieja 2011, casa de unos amigos en un pueblo en el culo del mundo y/o en el quinto pino y/o donde Cristo perdió la zapatilla. Nos ponemos a buscar videos en youtube para hacer una lista con la que bailar por la noche. Y vemos esto:


Y, tras descubrir que todo el mundo se sabía la canción de memoria (no nos acordaremos de la tabla periódica, los afluentes del Ebro o los huesos del cuerpo humano, pero de la letra de "tu piel morena", sí), entramos en una espiral de nostalgia y mal gusto por el que acabamos creando una lista con hits como éste, ésteéste otro.

Sí que es poderosa la nostalgia que es capaz de transformar unas canciones más malas que el karma de Encarna Sánchez en clásicos. Pero quién sabe, puede que cuando seamos unos abuelitos la serie más cool de la tele sea una de agentes publicitarios en los 90 y nos parezcan el colmo de la sofisticación las hombreras, las camisas de leñador y el eurodance. Yo sólo espero que no vuelvan a ponerse de moda las camisas estilo Príncipe de Bel Air, porque hay limites para todo, hasta para la nostalgia.

Y vosotros, ¿qué cosa hortera y sonrojante de los 90 recordáis con cariño?

jueves, 3 de mayo de 2012

Átame o Misery


Hay cosas que, llegadas a una edad, conviene no hacer. Por ejemplo, y por 25 pesetas cada una (imaginaos la musiquita del "1,2,3" de fondo para inspiraros):

- Llevar peto vaquero pasados los 7 años.
- Hacerse pis en la cama cumplidos los 5 años.
- Tener acné después de los 21.
- Compartir piso pasados los 30...

Y tampoco conviene pillarse una borrachera terrible, de las de llegar a casa, tumbarse en la cama, marearse, ir al baño, acabar tumbada sobre las baldosas del baño porque te da gustito, volver a la cama, marearte solo con el movimiento de coger postura, para acabar girándote a vomitar algo así como un litro (o un kilo, que aquello no era ni líquido ni sólido) de restos de conguitos más vino, más pampero con coca cola. Para a la mañana siguiente descubrir que esa mezcla marrón que no era ni líquida ni sólida ha salpicado un libro de la biblioteca dejándolo hechos unos zorros por lo que pasas el día siguiente en el sofá, buscando el puñetero libro, descatalogado, por todas las librerías con página web. Y además, con resaca. 

No, amigos, no, hay una edad en la que pillarse borracheras indignas no es simpático. Es indigno. Borrachera indigna, si ya lo dice la propia palabra.

En ese día de resaca no sólo me dediqué a la búsqueda de "vida cotidiana en la España medieval" (está en la librería Prometeo, de Málaga, por si os interesa), también me dediqué al noble arte de ver todo lo que echaban en la tele. Me tragué 3 capítulos de "Castle", uno de "Big bang theory", para enganchar con reposiciones aleatorias de "Mujeres desesperadas" en Divinity, descansar media hora la vista para luego ver "Frasier" en la 2. Trepidante, ¿a que sí?

"Castle" es una serie un poco vintage, muy de los 90, es como "Luz de luna", pero hecha hoy. Su gran baza, además de que se deja ver muy a gusto si tienes la tripa revuelta, es su protagonista, el autor de best sellers y colaborador con la policía Richard Castle, monísimo y con esa sonrisilla de tipo encantador:

Obviamente, el que es monísimo es el actor que lo interpreta, Nathan Fillion, porque todas sabemos que los escritores, como gremio, son casi tan poco agraciados como los guionistas, que ya es decir.

Pero hay excepciones. El personaje protagonista de Castle es un ejemplo de escritor Átame, es decir, de escritor al que secuestrarías para que se enamorara de ti. Por mono, por encantador, por talentoso, por ser brillante y nunca pedante en sus entrevistas... No hay tantos, a mí sólo se me ocurren dos, Manuel Rivas, que de joven era hasta atractivo, y Antonio Orejudo del que soy una fan lánguida. Para alivio de mis víctimas, soy una fan tan desganada que por no hacer, ni pido una triste foto (he visto por la calle a Josema y a Millán, por separado, claro, y no les he hecho una foto con el móvil). Eso sí, hago cosas como ir a que Orejudo me firme un ejemplar en la caseta de la feria del libro, seguirlo por twitter o acudir a charlas. A una que dio en Hotel Kafka me puse en la primera fila y todo, con dos amigas, que parecíamos la versión intelectualoide y pasada por el H&M en lugar de por Jimmy Choo, de "Sexo en Nueva York". Pero no pregunté nada. Lo más cerca que he estado de mi idolatrado Orejudo es el día del libro, cuando retuiteó lo que escribí con el hashtag #recomienda un libro, más que nada porque nombré uno de sus libros, "ventajas de viajar en tren" y otro de Mercedes Cebrián, "La nueva taxidermia". 

Orejudo, Martes y Trece e Ewan Mc Gregor pueden estar tranquilos, soy una fan que, por pura desidia, no voy ni a pegar un codazo al de al lado al veros.

La realidad es que hay muchos más escritores a los que les harías un Misery. Un Misery sería secuestrarlos para hacerle toda clase de perrerías. Por 25 pesetas cada uno, escritores que se merecen, por muchos motivos, no sólo su físico, hacerles un Misery, un, dos, tres, responda otra vez:

Juan Manuel de Prada:

Pérez Reverte:

Y también Sánchez Dragó, los difuntos Camilo José Cela y Paco Umbral...

Después tenemos a los falsos positivos. Esos que podrían ser escritores Átame, pero en realidad son Misery. Esos que no son ni tan guapos, ni tan brillantes, ni tan rebeldes, ni tan underground ni tan buenos escritores como ellos se creen. Hablamos, claro está, de Ray Loriga o Jose Angel Mañas.

Y vosotros/as, ¿a qué escritores/as les haríais un Misery?, ¿y a quiénes un Átame?

Casi dos años después, quién lo iba a decir, "Cataclismo", ese proyecto de web serie que sigue en el cajón de una productora, cogiendo polvo, se lleva el primer premio en el festival de web series del SOS 48, ¡ole y ole!