jueves, 28 de octubre de 2010

Manto-Kun y Sento-Kun

Lo bueno de viajar, aparte de que tienes tema de conversación y posts para el blog sine die, es que se aprende una barbaridad.

En mi viaje a Japón (es que he estado en Japón, no sé si lo había dicho), he aprendido mucho. No sobre budismo, del que sólo sé que Buda tiene un porrón de estatatuas: gordo y sentado, joven, delgado y de pie, sentado sobre una flor de loto... Tampoco sobre sintoísmo, la religión que pone baberos a las piedras. Ni siquiera sobre gastronomía, donde mi sapiencia se reduce a: ¿qué es lo que te has pedido? No lo sé, pero está bueno.

¿?


Pero sí he aprendido la auténtica esencia del japonés. Aquella que va más allá del tópico.

Ejemplo práctico.

Tópico sobre Berlín y los berlineses: esa ciudad multicultural, donde las camareras son estudiantes de arte y los sábados por la noche hay lecturas en los bares.

Esencia de Berlín y los berlineses: mucha galería de arte que se llama "german angst" y mucha fachada de casa cubierta de zapatos, pero los únicos simpáticos son los taxistas turcos.

El tópico sobre Japón dice que son fanáticos de la electrónica, el karaoke y dormirse en el metro. Vale, es verdad, pero la auténtica esencia del japonés está en otro sitio, en una pasión oculta y desatada por... las mascotas.

Cualquier excusa es buena para tener una. Como esta (digo ésta porque lleva una flor rosa, rímel en las pestañas y colorete) marshmallow con un castillo como sombrero que simboliza la ciudad de Himeji:


O este Pikachu con capa y cornamenta que se creó para los 1300 años de la fundación de la ciudad de Nara:

Con ustedes Manto-Kun (bicho con capa) y Sento-Kun (joven Buda con cuernos), ambos mascotas de Nara, con controversia y todo.

A los japoneses les pierden los muñequitos, necesitan tenerlos bien cerca y por eso inundan sus teléfonos móviles de colgantes en forma de peluches o réplicas de personajes de dibujos animados. No importa que el dueño del móvil sea un oficinista trajeado de 58 años, tendrá un móvil con un mínimo de 3 y un máximo de infinitos colgantes en forma de muñeco.

El móvil no es el único sitio donde plasmar esta pasión. En realidad, cualquier sitio es bueno:


Hasta los anuncios del metro. En cualquier otro país se usarían letreros, quizá traducidos al inglés, quizá ilustrados con un clásico monigote, para explicar cosas como que hay que tener cuidado con el espacio entre andén y vagón o que hay que retirar las manos a tiempo para que la puerta del metro no te la pille. Pues en Japón, no. En Japón te lo explican con un simpático delfín:


El monigote preferido de los japoneses, el que más se ve en tiendas (disfrazado hasta de samurai) y teléfonos móviles es uno que tiene todo lo que los japoneses adoran, a saber: un color cantoso, ojos grandes como platos y parecido razonable a Pikachu. Es Stitch, el extraterrestre de la película de Disney:

No es amoooor, lo que tu sientes, se llama...


align="center">...obsesióóóón.


¿Cuál sería nuestra esencia? Esa pasión nacional que nos distinga más allá del tópico del fútbol o las sevillanas, ¿sería Belén Esteban?, ¿gritar mucho en los restaurantes?, ¿torturar a animales en las fiestas del pueblo?

domingo, 10 de octubre de 2010

La búsqueda incesante de Inés

No es el título de la última obra de teatro de Antonio Gala. Ni la próxima película de Medem o el siguiente libro de Lucía Etxebarría. No.
La búsqueda incesante de Inés (Sastre, la modelo), no consiste en encontrar la paz espiritual, una vocación en la vida o unas horquillas que tu gato se empeña en mandar debajo de la cama. Consiste en encontrar un marido millonario.

Ella lo ha intentado con golfistas, presentadores de televisión, cantantes de éxito y millonarios de aquí y allá. Pero nada, oye. Ni siquiera ser una modelo internacional que habla varios idiomas (a más idiomas, más países y por tanto más hombres ricos en el objetivo) ayuda a Inés a casarse con el millonario que la retire de esa profesión tan cansada que es ser modelo, cogiendo aviones, durmiendo en asépticos hoteles, andando con tacones y ejerciendo de embajadora de Unicef. Supersufrido todo.

Algo está haciendo Inés mal. Y no se trata sólo de quedarse embarazada de penalty y tener que casarse con uno que también era rico, aunque no multimillonario. En peores líos se metió Mar Flores y ahora está de lo más serena venga a tener niños y a embarcarse en proyectos de “señora de” como son sacar una línea de ropa de cama.


Inés, queremos ayudarte y, para eso, qué mejor que consultar a las auténticas expertas: ¿Isabel Preysler?, ¿Norma Duval?… Recurramos a la mejor: Adriana Abascal.

Aprendamos todas (y tú también, Inés, que buena falta te hace) cómo cazar a un millonario. Qué coño, cómo cazar a dos:

1. Ser reina de la belleza. Quizá éste sea el paso más difícil para casi todas, porque o se tiene o no se tiene. En el caso de Adriana Abascal, ella era una joven, bella e inocente (o quizá no tanto) muchachita cuando ganó el certamen Señorita México.



2. Ligarse a un millonario viejete. Que esté casado no importa, importa que sea millonario y mucho mayor que tú. Cuanta más diferencia de edad, más posibilidades de ligárselo y de heredar. Adriana cazó a Emilio "el tigre" Azcárraga, 40 años mayor que ella y dueño de Televisa, el emporio de telecomunicaciones mexicano, y que debía ser el típico hombre hecho a sí mismo o, si no, atentos a esta historieta sacada de la Wikipedia:
Entre las anécdotas que se cuentan en los pasillos de Televisa es que odiaba que trajeran el gafete (tarjeta) de identificación en la cintura, siempre en el pecho, un día se le negó el acceso a la empresa por no portarlo, a lo cual el "Tigre" respondió a la persona encargada del acceso "no sabes quien soy yo muchachito", a lo cual contestó "si sé señor, pero son órdenes de no dejar pasar a nadie si no portan el gafete", en ese momento le dijo: "muy bien por hacer bien tu trabajo", por lo que pidió a su personal de seguridad que le trajeran el gafete para poder accesar, se lo puso, entró y en ese momento se quitó su reloj marca rolex se lo dió y le dijo "gracias muchacho, te felicito, me acabas de dar una gran lección".

3. Heredar del millonario. Este paso es fundamental. Lo ideal es casarse con él, cosa que Adriana no consiguió, pero sí logró que le diera un puestazo en Televisa como productora de telenovelas históricas. Y ejercía de tal: “un día iba Adriana caminando por uno de los pasillos de la empresa. Se encontró con un ejecutivo furioso que le dijo: ¿ya te crees la dueña, verdad? Y ella, con una media sonrisa, contestó: No, pero soy la dueña del dueño, que es mejor.”

4. Echar el lazo a otro en cuanto se pueda. Adriana supo enmendar el pequeño fallo de no casarse con Azcárraga. A los pocos meses de la muerte de "el tigre", ya estaba saliendo con Juan Villalonga, presidente de Telefónica, quien además, y esto es una jugada maestra, pagó los abogados de Adriana en el litigio de ella con los hijos de Azcárraga. Aprende, Inés, así se hace.

5. Hacerse amiguita de los directivos del “Hola”. Para así copar portadas donde enseñas lo ideal que es tu familia, lo estupenda que estás tú, el pedazo yate que has heredado de tu primer multimillonario, etc. Además los de la joyería Suárez sólo contratan como imagen de la firma a señoras que hayan salido en la portada del “Hola”.



6. Divorciarse a buena edad. Para así convertirse en una soltera de oro, ser invitada vip a todo tipo de eventos y seguir saliendo mona en los photocalls. Todo esto pone a huevo el siguiente y (por el momento), último paso:

7. Echarse un novio, por fin, más joven que tú. Ahora que Adriana ya es una millonaria per se, puede buscarse a una pareja más joven que ella. Pero nada de modelos de países de Centroamérica, todo hay que buscarlo en los círculos de alta sociedad o en la first row de los desfiles de París.

Inés Sastre, muchachas en edad de merecer del mundo, ¿habéis aprendido algo de las lecciones de Adriana Abascal?

Este jueves día 14, en la Casa del Reloj (Paseo de la Chopera, metro Legazpi), a las 20.00h se proyecta "Mañana" dentro del Certamen de Cortometrajes de Arganzuela. No habrá millonarios, pero sí gente maja, ¡todos invitados!